Decidió levantarse del suelo para aclarar las ideas que rondaban en su mente. Estando de pie, intentó dar un paso en la oscura habitación tropezando con un pequeño objeto, cuya forma era un cubo.
– ¿Una caja? -, preguntó el hombre, quien la recogió y observó detalladamente hasta notar que solo era un simple cubo metálico y opaco. En ese instante, logró sentir una diminuta hendidura en la esquina de un lado del extraño cubo; recordó y metió la mano en su bolsillo para tomar los elementos obtenidos en su impalpable recorrido.
La oscuridad hacía difícil examinar los objetos en busca de semejanzas con el grabado del cubo. De repente, percibió una diminuta textura en el anillo que inmediatamente relacionó con el grabado, colocó el anillo en forma de cerradura y lo giró.
– ¿Y ahora qué? -, dijo confundido. El cubo se desvaneció en el aire y la habitación comenzó a iluminarse de una manera deslumbrante, sentía que otra parte de él despertaba.
–¡Doctor, doctor el paciente está reaccionando! -, gritó la enfermera que se encontraba cuidando al hombre en coma. Con los ojos desorbitados, se enderezó agitado y murmurando sin parar mientras el doctor trataba de estabilizarlo.
A la par de la frenética escena en la mente del hombre un fragmento de recuerdo era proyectado; el momento cuando le obsequiaba el anillo de compromiso a su querida esposa preguntándole si querría casarse con él. Ella gritaba de alegría contestando: ¡Sí! Repentinamente, el hermoso momento se detuvo y el paciente había regresado a su estado de coma.
De nuevo recostado en el suelo, pero ahora no en un cuarto obscuro, sino en el lugar donde había caído gracias a la ilusión de la bella dama. La mancha de sangre en el piso seguía húmeda, parecía como si hubiese regresado en el tiempo, su conciencia le dictaba que tenía que buscar algo, algo que le explicara…
¿Qué estaba pasando?, ¿por qué estaba en coma?, ¿cómo había llegado al hospital?, pero primero… ¿quién era esa mujer a la que llamaba esposa?
Sacó los elementos que aún tenía, miró fijamente al cabello almendrado y supo que era la llave a la respuesta de esa última pregunta. Con su objetivo definido, retomó su misterioso recorrido impalpable.
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