21 Fragmentados - La hora de los gitanos | LandingMX


Se encontraba recostado sobre la helada pared que, invadida de bultos y huecos escondía pensamientos. Se podría decir que era la hora en la que los gitanos echaban por la borda la noche y traían de vuelta al amanecer y a un montón de artilugios más, descubiertos alrededor de las sienes repletas de margaritas de la mujer de la que él le había hablado hace dos semanas.

Pensando, renegando y fantaseando acerca de una realidad lejana, por ahí se encontraba enamorado de la vida, y a la vez con una constante aversión ante el mundo, la humanidad, la sociedad…

Con un corazón ciego, sordo y mudo, para cualquiera que volviese a meterse con la forma de los carnosos labios pertenecientes a la única persona que podía hacerlo sentir de esa irreverente forma. De esa manera tan completamente perfecta en el que le hubiese gustado nacer.

Se encontraba ahí, sentado con los pies entumecidos por la aparente posición que le gustaba adoptar al encontrarse pensando, y allí mismo se quedó el par de horas faltantes, antes de que el sol propugnara sombras polvorientas a cada esquina solitaria del pequeño y monótono cuarto en el que habitaba.

Después de alentarse a tomar una ducha caliente en el cuarto de baño que compartía con las otras 3 familias del mismo edificio, tomó su chaqueta de vinilo viejo y agrietado, un par de botas de suela gruesa, y el resto de la ropa vieja que le quedaba la guardó en una maleta (en las mismas condiciones) que cargaba consigo, pagó el dinero que debía, y así sin más, partió.

Bostezando y con la cabeza baja anduvo toda la calle que atravesaba la manzana. Era una especie de recorrido, bastante concurrido por cierto, sin embargo ese mismo día todo se encontraba más desolado que la luna anterior en la que llegó a conocerla, sin embargo, esa disposición de la calle resultaba agradable.


Después de un rato se descubrió recogiendo especímenes de todo tipo de objetos que se pudiera encontrar, desde un cabello similar al tono de las almendras tostadas de su infancia que descubrió volando entre sus mejillas, hasta el recuerdo de un hombre fumando una pipa que resultaba muy, por no decir demasiado acogedor.

Dejanos un comentario
Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos. Ver
Privacidad