El presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (AMLO) ha anunciado este lunes en conjunto con Alicia Bárcena, secretaria de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) el Plan de Desarrollo Integral para Centroamérica y el sur mexicano (una especie de “Plan Marshall” para la región), el cual busca convertirse en un instrumento de contención de potenciales migrantes de la zona -en su mayoría del triángulo norte integrados por Honduras, Guatemala y El Salvador-, quienes a falta de oportunidades laborales y la violencia emigran en busca del denominado “sueño americano”.
No cabe duda que la mejor manera de contribuir a la paz y seguridad internacionales y la retención de emigrantes, así como la comunicación de “esperanza” pasa por el reconocimiento de que, en países sub desarrollados como los nuestros, es necesario un cambio de paradigma, mayormente enfocado a generar núcleos de innovación, en donde la creatividad sea la “materia prima” para explosionar el desarrollo socioeconómico (lo cual pasa necesariamente por el diseño e instalación de infraestructuras adecuadas), y la consolidación de un sistema educativo que fomente el estudio técnico y la formación en ciencia y tecnología para promover el cambio y la irrupción de mejores oportunidades para los habitantes de estos países.
Los derechos de tercera generación, llamados también “derechos de los pueblos” indiscutiblemente se activan aquí, dejando entrever implícitamente la necesidad de construir sociedades desarrolladas bajo el paraguas de la globalización, en donde las potencias generalmente son las llamadas a liderar los esfuerzos globales por “atacar” los problemas básicos de estas sociedades, los cuales han sido gestionados de una u otra forma, de acuerdo a los “compadrazgos” políticos.
Como ha dicho AMLO -en el contexto de esta actividad- “no se puede combatir el mal con el mal”, un indicativo y un discurso que llama preferentemente a la construcción de paz y justicia, lo cual pasa irremediablemente por la construcción de accesos a los más diversos espacios público-privados, en donde prime y se premie la meritocracia, lo cual se constituye ensimismo en el “motor” que activará el entusiasmo ciudadano en la búsqueda de la excelencia en todo lo que emprendan, sabiendo que tienen un estado que “reconoce” sus habilidades.
La mejor inversión en la región centroamericana que podrían hacer países amigos como México y Estados Unidos es aquella enfocada a colaborar en el diseño de estructuras “indelebles” de ataque a la corrupción, pues la misma, que muchas veces es gestionada desde la administración pública, contribuye a un progresivo irrespeto de las normas jurídicas y crea una especie de “estado ausente o fallido” que da “luz verde” a la anarquía, el desencanto y la proliferación del crimen, en tanto hay “mala” gestión estatal, producto de la sobreprotección de ciertos grupos en detrimento de los denominados “ciudadanos de a pie”.
En definitiva, los países centroamericanos, mayormente beneficiados con esta iniciativa que empezó a ser mediatizada en el espacio público a finales de 2018, deben dar muestras y garantías “fehacientes” de que existe la voluntad política necesaria y la flexibilidad sociopolítica para apuntalar el desarrollo humano de estas naciones. AMLO busca repotenciar de esta manera el liderazgo mexicano en la región, al tiempo que gestiona el dinero anglosajón (unos 10.600 millones de dólares que la actual administración estadounidense prometió en ese entonces).
Maestro en Comunicación por la Universidad Iberoamericana (UIA), Ciudad de México. Profesor de Periodismo en la UNAH.
Ha sido colaborador de medios informativos en la Ciudad de México y Honduras, así como para organizaciones promotoras de los Derechos Humanos como el Programa de Voluntarios de las Naciones Unidas y Centro de Atención al Migrante Retornado.