El jueves 11 de abril se llevo a cabo la detención de del fundador de Wikileaks, Julián Assange, en la embajada ecuatoriana en Londres. Al salir escoltado por agentes de la policía metropolitana, el hacker australiano, de barba poblada y con expresión de resistir al arresto balbuceo algunas palabras, como un ánimo para sus seguidores que le acuerpaban afuera de la delegación diplomática sudamericana. Familiares de Assange ya habían advertido de un posible arresto, a lo cual siguió la movilización durante una semana de gente de prensa a escala mundial. Los colegas periodistas preparaban sus instrumentos de trabajo para llevar la primicia y contarla con el mayor detalle posible.
Sin lugar a duda que esta situación reabre el debate no terminado en torno al significado de la libertad de expresión y cuales son los límites de la misma. Pero, además cabría preguntarse, ¿quién determina esos límites?.
Es en 2010 que comienza el “infierno” para el emprendedor australiano, pues Assange comienza un proceso de filtración de documentos de interés público a la prensa que ponen en riesgo las relaciones diplomáticas de Estados Unidos con varios países. A mediados de 2012 recibe asilo en la embajada de Ecuador en Inglaterra, bajo la presidencia de Rafael Correa, el veterano político de izquierdas.
El hecho de que potencias hegemónicas como Estados Unidos tengan “facilidades” para torpedear y lograr “mover” las piezas necesarias del “ajedrez” político-diplomático es un indicativo flagrante de intromisión en los asuntos internos de terceros países, pues por una parte se anulan intervenciones militares directas de parte de los mismos; y por otra parte, se crea una “suerte” de cuadros locales alineados que pueden socavar el entendimiento pleno entre nacionales a raíz de la imbricación en los contextos locales de ideologías importadas para gestionar el cambio social y promover el “desarrollo socio-económico” que muchas veces y de acuerdo a la historia latinoamericana, solo cambian de colores partidarios. Pero el trasfondo es el de una mutación de unos actores hacia otros “en armonía” (por lo menos en el espacio privado), mientras no haya confrontación de intereses en lo público.
El presidente ecuatoriano, al respecto ha aducido “violaciones a las convenciones internacionales y a los principios de convivencia”. Esta suerte de eufemismo, sin lugar a duda es reinterpretado conforme los criterios y principios ideológicos de unos y otros (derecha e izquierda) confrontados eternamente por “representar” los sagrados intereses de los países.
En conclusión, la detención de Assange, su enjuiciamiento en tierra británica y su “potencial” extradición a Estados Unidos es una clara demostración, que la protección de los derechos humanos y el derecho individual a la intimidad y honor personal están supeditados a los vaivenes geopolíticos en la gestión de los estados-naciones.
Maestro en Comunicación por la Universidad Iberoamericana (UIA), Ciudad de México. Profesor de Periodismo en la UNAH.
Ha sido colaborador de medios informativos en la Ciudad de México y Honduras, así como para organizaciones promotoras de los Derechos Humanos como el Programa de Voluntarios de las Naciones Unidas y Centro de Atención al Migrante Retornado.