Existe un programa producido y transmitido por la BBC llamado The Graham Norton Show, el cual, desde mi perspectiva es uno de los mejores talk shows que existen en el mundo, pues su conductor posee un humor privilegiado y una brillante capacidad para hacer que sus invitados den lo mejor de sí en cada capítulo de la temporada.
En un episodio reciente de la última temporada (22), Graham Norton tuvo de invitados a Harrison Ford y Ryan Gosling, protagonistas de una de las películas más esperadas del año por los amantes de la ciencia ficción; Blade Runner 2049 no tanto por ser un blockbuster garantizado, como las películas de superhéroes que tan en tendencia están o las adaptaciones de los best sellers del momento, sino porque es la secuela natural de la legendaria Blade Runner estrenada en 1982.
Como es sabido, estas entrevistas muchas veces son parte de la promoción que el estudio hace a la película. En el caso de este film la distribuidora tuvo mucho cuidado de no dejar que se filtrara ningún tipo de información; nadie sabía nada, no hubo ni un leak. Hubo demasiada exigencia con el secreto que debía ser guardado para no hacer revelación alguna de la trama, y así, crear más expectativa alrededor de la secuela de una de las películas de culto más complejas de la historia en su género.
Cuando vi la entrevista experimenté por vez primera el efecto que este tipo de entrevistas causan en la curiosidad del público. Graham le pregunta a Harrison Ford si regresa en esta película interpretando al mismo personaje de la entrega anterior, Rick Deckard, a lo que él contesta que sí, cuando es el turno de Ryan Gosling para contestar qué papel interpreta en la película, titubea, responde evadiendo la pregunta y pidiéndole a Ford que lo releve para contestarla.
El buen Harrison simplemente responde, “no podemos decirte nada”. Listo, eso fue todo. Suficiente para hacerme levantarme del sillón y poner el clásico de 1982, que en su momento fue un fracaso de taquilla reuniendo tan solo 32 millones aproximadamente de los 28 millones de dólares que costó hacerla. No obstante, representó un profundo éxito en la mente de todos aquellos creadores y fans de la ciencia ficción que vendrían después. ¿A qué se debe?
Blade Runner (1982)
Blade Runner plantea una pregunta antiquísima en un ambiente futurista, apocalíptico (como todo el futuro es) en el que la humanidad se encuentra en un estado de degradación total. El planeta prácticamente está muerto, sus recursos agotados, incluso las especies animales cuya existencia damos por sentada hoy en día, ya no existen. Lo que sí existe en el futuro de la película de 1982 situado en el año 2019 (da miedo pensar que tan cerca estamos de la ficción) es que la humanidad ha sobrevivido gracias a la tecnología y a la capacidad de crear vida.
Seres artificiales creados a partir de la manipulación genética, llamados replicants, idénticos a los seres humanos en todo, excepto en 3 aspectos:
- Poseen fuerza y resistencia mucho mayor a la de los seres humanos
- Fueron creados adultos, no tienen niñez, y por lo tanto, no maduraron de forma natural, con todo lo que esto implica
- Están diseñados para vivir solamente 4 años.
La raza humana los utiliza como esclavos para llevar a cabo tareas que la humanidad no desea como las de ser esclavos sexuales, empleados domésticos, etcétera. Pero su uso principal es el militar. Los replicants son utilizados como la fuerza detrás de la colonización de otros planetas y las guerras que esto pueda provocar. Es importante señalar que en el mundo de Blade Runner, a diferencia de muchas otras historias de ciencia ficción, no aborda la posibilidad de que en este futuro exista la convivencia con razas alienígenas o incluso de la existencia de robots que realicen el trabajo de los humanos.
En este universo narrativo, estamos completamente solos, con nuestra naturaleza y nuestros demonios. Todo lo que nos acompaña en el mundo es artificial, incluso los animales que vemos en la película, son creaciones genéticas; lujos.
Es en este punto donde, desde mi perspectiva, yace la grandeza de la película original. En el conflicto moral que nos arroja a la cara. Uno que, como mencioné, nace de la pregunta más antigua que podamos imaginar: ¿Qué es lo que nos hace humanos?
En la película se plantea que algunos replicants cansados de que los humanos los utilicen como objetos para hacer el trabajo sucio, se revelan. Matan a sus captores en las colonias espaciales y huyen a la Tierra para esconderse y tratar de vivir. Esto no es posible, pues son propiedad de la empresa que los creó, misma que desea “retirarlos” y emplea a los blade runners, los cuales son una especie de agentes de la muerte que los caza y los ejecuta.
La razón es que los replicants empiezan a mostrar rasgos de humanidad como la conciencia de su propio ser, a experimentar la esperanza, el amor, el porvenir, también desarrollan una disposición a la desobediencia y al cuestionamiento de órdenes, lo que por razones obvias no puede ser aceptado, pues significaría que toda la línea de producción y por ende la fuerza laboral, se vería comprometida.
Su caza es justificada por el hecho de que no son seres humanos; no nacieron del vientre de una mujer humana, no son hijos de alguien, no tienen recuerdos infantiles que les moldeen la personalidad. Son ingenuos como un niño en cuerpo de adulto. Ante la humanidad decadente que exalta el filme, simplemente no son humanos, aunque luzcan como ellos.
No obstante, en el transcurso de la película, los replicants muestran más “humanidad” que los mismos humanos, más bondad hacia otros, compasión, cariño, preocupación por la tierra que los alimenta, conciencia de su entorno, ganas de vivir, “alma” pese a que la premisa plantea que los replicants no tienen alma. He ahí el dilema.
Según la tradición cristiana, el pecado se hereda de generación en generación a través del nacimiento. No podemos escapar de él, pues nuestros padres nos lo heredan y así sucesivamente, haciéndonos esclavos del pecado.
Partiendo de lo anterior, si los replicants no nacen del vientre de una madre, y poseen todas y cada una de las características biológicas que los harían humanos, ¿podría ser que ellos sean más humanos que nosotros mismos? ¿Sería su persecución la reacción lógica de una raza consciente de su fin y su instinto de supervivencia tratando de aferrarse a algo que ya no es de ellos?
Lo hemos visto en muchas películas, con diferentes argumentos pero el mismo dilema, Automata, Matrix, Yo Robot, por decir las más comerciales, todas ellas sugieren la conclusión de que ya no somos merecedores del planeta en el que vivimos, nos lo hemos acabado y la evolución nos dicta que debemos abrir paso al más apto.
Ahora, la secuela a la película original, llega en los mismos términos, con más preguntas que respuestas. Con el mismo dilema solo que 30 años después. Donde el mundo sigue siendo un lugar vacío y la sed de los replicants de revelarse y poder “vivir” sigue siendo una amenaza para la humanidad. Solo que ahora los creadores profundizan mucho más en ese mundo caótico y gracias a los avances en las técnicas de filmación y los efectos visuales, nos llevan a un mundo más grande y complejo. Donde podemos entender e incluso simpatizar con la causa replicant. Los extraños ya no son ellos, los extraños son los humanos; nosotros.
Aunque el futuro de Blade Runner 2049 en términos comerciales es incierto, ya que lleva en su recaudo solamente 32 millones de los 150 millones de dólares que costó hacerla, les puedo asegurar que vale la pena verla. El gusto se rompe en géneros, no es una película de fácil digestión, pero si les interesan los temas planteados en esta nota, les aseguro que pasarán 162 minutos de asombro y reflexión intensa. El secreto alrededor de esta película está muy bien guardado, no puedo decirles nada, pero, el final… no se lo esperan.