El reciente sábado 13 de octubre un grupo de personas (unas 2,000) se apersonaron en la norteña ciudad hondureña San Pedro Sula, con un solo objetivo en mente; emprender una larga y arriesgada caravana por tierra para llegar a Estados Unidos, a pesar de las serias advertencias del gobierno estadounidense presidido por Donald Trump de cortar la cooperación económica a Honduras, si el presidente “catracho” Juan Orlando Hernández (JOH)no maniobraba para desestimular y detener la emigración masiva de hondureños. Esta muchedumbre ha ido haciendo “escalas” obligadas debida a la imperiosa necesidad de pernoctar en zonas estratégicas para recuperar energías y continuar la marcha.
Diversas instancias nacionales e internacionales han hecho un llamado a garantizar la seguridad física de los caminantes, al tiempo que desde el gobierno norteamericano se ha girado instrucciones al ejército estadunidense, a fin de que estén atentos ante la situación.
El vicepresidente de la nación norteamericana Mike Pence llama a este fenómeno espontáneo-impulsado sin duda por la vibrante interconectividad de redes sociales- una “flagrante falta de consideración hacia nuestra frontera y nuestra soberanía”. De acuerdo al funcionario, en el 2017 unas 225,000 personas ingresaron a Estados Unidos provenientes de los países del triángulo norte de Centroamérica, Guatemala, El Salvador y Honduras.
En un principio es necesario señalar que esta acción de los emigrantes obedece a altas dosis de emotividad ante la sesgada interpretación de las normas jurídicas estadounidenses de parte de personas malintencionadas que buscan sembrar desinformación sobre los potenciales beneficios que obtendrían los migrantes que transitan en masa a raíz de riesgos en el país centroamericano, producto del acoso del crimen en sus diversas manifestaciones y las tasas de desempleo.
Cabe señalar que las caravanas en el contexto del tema migratorio ha sido una constante en los últimos años, ya sea por parientes que buscan a sus familiares en la ruta migrante, como ésta iniciada a mediados de mes, cuyos integrantes de manera abierta han hecho ver su “deseo” de alcanzar el llamado “sueño americano”.
Creo que los emigrantes actúan apresuradamente y de manera irresponsable pues en el trayecto también viajan personas vulnerables a diversos peligros, tanto climáticos como del crimen organizado. Pero también es ensimismo, un desconocimiento de la soberanía migratoria de países como México y Estados Unidos, aupados en un principio por el dirigente de izquierdas y ex diputado del partido Libertad y Refundación (LIBRE), Bartolo Fuentes, quien recientemente ha sido retenido por la policía de fronteras en Guatemala con el objeto de repatriarlo a Honduras, convirtiéndose así en estrategias disuasorias de contención, con el respeto a los derechos humanos de los forasteros.
Sin lugar a duda, se hace impostergable la activación del sector productivo tanto en el campo como en las ciudades, a fin de abrir el paraguas y que los ciudadanos puedan encontrar opciones reales que les permita florecer en un país hastiado de corrupción e impunidad; así como la falta de reglas claras para fomentar la competitividad y proteger y fomentar el emprededurismo.
Por otra parte, las autoridades políticas hondureñas acostumbradas a politizar los accesos de la ciudadanía a puestos de trabajo -por lo menos en lo que al sector público concierne-, deben dar muestras claras de un cambio cultural en la gestión del recurso humano, pues muchas veces, aspirantes con altas cualificaciones y actitudes quedan relegados de la posibilidad de propiciar cambios de raíz.
Pienso que ésta situación “vergonzosa” quiérase o no, es una fría bofetada al gobierno hondureño, cuyos representantes en foros internacionales han remarcado “avances” en el progreso; no obstante hay que subrayar también que lo que acontece actualmente con ésta multitudinaria marcha -que ha acaparado la atención de la prensa internacional- obedece a la falta de dinámicas políticas públicas que potencien el desarrollo en las comunidades y los sesgados procesos de gestión del cambio y del desarrollo (afectados por un denostado clientelismo político que ha demostrado ser estéril a través de la historia).
En conclusión, para que Honduras no vuelva a pasar episodios como éste, es necesario trabajar con todos los sectores de la hondureñidad para reavivar la esperanza; atacar la corrupción e impunidad, fortalecer los sectores educativos y sanitarios, revitalizar estrategias de seguridad ciudadana comunitaria y promover foros públicos para la socialización de mejores prácticas en la administración de proyectos exitosos que contribuyen al crecimiento económico.