Debo confesar que me encontraba ajeno a toda la fiebre alrededor de la nueva película de Pixar “Coco”. Y con ajeno me refiero a que no estaba pendiente de su fecha de estreno y mucho menos, de toda la avalancha de información detrás de este megatrabajo que Pixar, junto con Disney, había realizado para traer este filme animado que tiene como escenario ni más ni menos que nuestro querido México.
Tras verla, no puedo no subirme al tren de Coco
A estas alturas estoy seguro de que muchos de ustedes ya saben de qué se trata esta película, por lo que no ahondaré en la trama de la misma.
Más bien, hablaré de lo tremendamente oportuno que es que un estudio de la envergadura de Pixar y una compañía con el tremendo alcance mercantil que tiene Disney hayan decidido utilizar una tradición tan mexicana como el Día de Muertos para ser el centro de una de sus películas animadas. No porque antes no haya habido una película que tratara de utilizar a México o sus tradiciones como escenario de su narrativa, sino porque en esta ocasión…
El Día de Muertos es en sí la película.
El director Lee Unkrich, quien también fue el encargado de llevarnos de regreso al mundo de Toy Story 3 que a muchos nos regresó a nuestra niñez en el año 2010. Justo después de que el proyecto de Toy Story 3 hubiera terminado en 2011, Unkrich le planteó la idea al estudio de hacer una película basada en la tradición mexicana del Día de Muertos por la que él sentía una inmensa curiosidad, alimentada por las varias visitas que ha hecho a nuestro país al promocionar películas de Pixar, y aunado al enorme afecto que el público mexicano ha manifestado hacía las películas de este estudio.
En ese mismo año los realizadores viajaron a los estados de Michoacán y Oaxaca para presenciar el folclor y colorido, que todos conocemos, acompañan a la festividad, y se dieron cuenta del tremendo potencial que esta idea implicaba en términos de animación y de narrativa. Tan importante fue este proyecto que por un tiempo Disney intentó registrar el nombre de “Día de Muertos” como una marca propia y así comerciar con la mercancía que acompañe a este tipo de películas. Al final, desistió de la batalla legal que esto significaría y arreglaron la situación cambiando el nombre de todo el proyecto por el de Coco.
Pixar se adentró en nuestra cultura, se tomó muy en serio el trabajo de tratar de retratar fielmente las costumbres populares de nuestra sociedad considerando al público internacional al que se dirigió.
Entonces, buscó la asesoría de expertos nacionales en la materia quienes agregaron lo necesario para que la película se sintiera más mexicana que gringa, dando como resultado que elementos como la “chancla vengadora”, el mandil de las abuelas, la época de oro del cine mexicano, las grandes familias matriarcales, los alebrijes, la música mexicana, los tamales, las catrinas, y otros elementos que salen de los eternos clichés que los gringos tienen del mexicano, hayan sido incluidos en el largometraje.
El trabajo de Pixar rompe con muchos paradigmas en la historia de las películas animadas que ha hecho de la mano de Disney, siguiendo el ejemplo de Moana. En donde la diversidad no se incluye para cumplir una cuota forzada de inclusión en la trama, sino que el lienzo es la diversidad en sí misma sobre el que la historia está pintada. No hay ni un solo personaje “blanco”, no hay complejos de inferioridad ni elementos de segregación involuntaria que a veces fallan tanto cuando Hollywood quiere retratar otras culturas.
Coco es una celebración total a todo lo que México es. Y que sorprendente es que la magia de nuestra cultura o tradiciones son mas visibles (a este nivel artístico) para ojos extranjeros que para nosotros mismos.
No por nada, la premier internacional de esta película fue en México en la noche de apertura del Festival Internacional de Cine de Morelia el pasado 21 de Octubre. Y después, una premier para el público mexicano en el mismísimo Palacio de Bellas Artes el 24 de este mismo mes.
También es oportuna en un momento en el que la percepción de lo que es mexicano en Estados Unidos esta completamente tergiversado; en el que se están construyendo muros, que mas que separar físicamente, buscan enviar un mensaje de xenofobia y alienación hacía nuestro país.
Qué maravilloso es que una película así vaya a ser estrenada el 22 de Noviembre un día antes de la festividad más norteamericana que existe: Thanksgiving Day (Día de Acción de Gracias), pues se trata de una fiesta que celebra la supremacía del blanco sobre los pueblos originarios. ¡Qué enorme mensaje está enviando Pixar! Repito, no sé si es consciente de ello. Si lo es, se ha ganado un lugar en el corazón de todos nosotros, y si no, estemos seguros que tampoco es al azar.
Cierro esta nota rescatando el tema principal de la película. Vivimos a través de los recuerdos. No solo a través de los propios, sino a través de los de los demás. La muerte se disfraza de muchas caras en todo el mundo. Es venerada, temida, perseguida, idealizada, respetada y festejada.
Para todos es el temor a ella misma y al olvido que ella conlleva lo que nos hace, en vida, estar unidos con nuestros seres queridos. La familia mexicana; esa cosa tan difícil de definir y a la vez tan presente en todas partes, fue escogida por Disney para ilustrar una historia en donde su amor, el orgullo por las raíces, la perseverancia y la lealtad son el núcleo de toda sociedad. Así de grande.
En voz del director Lee Unkrich “Nuestro objetivo no es hacer que el público llore, es hacer que la gente sienta algo”.
¡Vaya que saben hacer su trabajo! Si al final de esta nota no han visto Coco. Dejen lo que están haciendo, ¡y vayan a verla!