El reciente 12 de junio el fotoperiodista Pulitzer 2005 John Moore, corresponsal de la agencia Getty Images, se dispuso a usar su cámara y lo que captó fue impresionante. Inmortalizó el momento en que una pequeña de dos añitos, Yanela Varela, derramaba abundantes lágrimas y reflejaba temor al observar que su madre era retenida por agentes de migración estadounidense en la frontera sur de esa nación, después de haber cruzado el “Río Bravo” y haberse internado a McAllen, Texas. La situación le era incomprensible.
Estas políticas de retención de migrantes indocumentados, en su mayoría centroamericanos, están cimentadas en las directrices de “cero tolerancia” lanzada por Estados Unidos a inicios de mayo para disuadir la entrada sin papeles de centroamericanos y la posterior separación de niños de sus padres, apartando de sus progenitores desde entonces, más de 2,300 infantes.
En primer lugar, podríamos señalar que el drama que viven los pequeños es sin lugar a dudas un “desestabilizador emocional” que causa cicatrices psíquicas en niños que solamente buscan tener el acercamiento con sus progenitores; en una actualidad marcada por la flagrante disparidad entre accesos libres a las mercancías; y la negativa persistente a deportar personas. En otras palabras, hay que tener un sumo cuidado en las relaciones internacionales entre países, pues la xenofobia y falta de empatía con el dolor ajeno y con los deseos de superación de migrantes lo único a lo que contribuyen es a fragmentar las sociedades.
Creo que, de alguna manera u otra, la icónica foto de la pequeña Yanela, -hecha viral- aportó en la decisión posterior del 20 de junio del presidente de Estados Unidos, Donald Trump de suspender mediante decreto la separación familiar.
Por otra parte, la génesis de éste brutal éxodo de menores centroamericanos (sobre todo de países del triángulo norte centroamericano, Honduras, Guatemala y El Salvador), debe buscarse en sus raíces históricas asentadas en una rampante desigualdad de oportunidades, pero además en las diversas formas de violencia persistentes, así como en la falta de una verdadera política que fomente, incentive y potencie la inversión público-privado en el sector rural, que sirva a la retención de sus habitantes; pero paradójicamente se patentiza la separación familiar cuando buscan los “caminos del norte” a falta de verdaderos horizontes que les permitan destacar a través de sus habilidades y talentos.
Bajo mi punto de vista, en el caso específico hondureño, los constantes desacuerdos entre los políticos y la desafortunada animadversión entre los diversos grupos sociales generan círculos distractores y confrontativos que impiden la articulación de verdaderos programas de empleabilidad que impulsen la productividad a todos los niveles, en donde además se fortalezca la innovación ciudadana. De igual manera, la exposición a la inseguridad por parte de microempresarios, a raíz de extorsiones económicas tiende a debilitar la prospectiva ciudadana en la búsqueda del florecimiento y el estado de bienestar.
Podríamos añadir a estas causales una diversidad de elementos que favorecen la emigración; las mismas van desde el crecimiento poblacional, sequías y afectaciones provocadas por el cambio climático, hasta el analfabetismo y la falta de inserción de los emigrantes en los sistemas educativos formales.
Entonces, los emigrantes a través de una emigración “forzada” y vulnerable transitan en busca del “sueño americano” y alcanzar ciertas opciones para confrontar situaciones sumamente adversas que adormecen los niveles de ingenio e invenciones a raíz de estrechos sistemas de control social provocados por el desempleo y la falta de acreditación técnica.
Es de hacer notar que el tratado internacional de la Convención sobre los Derechos del Niño brinda pautas vigentes para proteger y fomentar el valor de los niños a escala global, pues según el Plan de Acción de la Cumbre a Favor de la Infancia, de septiembre de 1990, “de ellos dependen la supervivencia, la estabilidad, y el progreso de todas las naciones y, de hecho, de la civilización humana”.
En resumen, los gobiernos contemporáneos deben trabajar por reducir y de cierta forma erradicar la vulnerabilidad de los infantes, buscando en los denominados estados-naciones, el cumplimiento de dos derechos humanos básicos: seguridad y trabajo, pues con éstos se genera tranquilidad y confianza, que por ende redunda en el bienestar familiar.
Notas
- El pasado 13 de julio, en la sede de Naciones Unidas en Nueva York, después de dos años de intenso trabajo diplomático, culminaron exitosamente las negociaciones para la adopción de un Pacto Mundial para la Migración. Desgraciadamente el único país en retirarse de este pacto fue Estados Unidos.