¿Qué es todo esto? ¿Quiénes eran esos hombres que habían entrado en mi domicilio y me habían sometido? ¿Por qué habían ingresado a mi casa? ¿Cómo era eso posible? ¿Por qué el doctor me podría estar calificando como “loco”?
Él, que siempre se había caracterizado por ser un hombre honorable, respetable y, sobre todo, por ser un profesional que desempeñaba su labor con gran ética y rectitud, bueno aunque después de su comentario a mi persona el día anterior podría pensarse que mi imagen sobre él habría cambiado; no había sido así.
Con todo y esa gran “honestidad”, que a mi parecer había sido más una agresión, debo reconocer que no podía concebir tal comportamiento de su parte, “loco” no era una palabra que tuviera cabida en su vocabulario, no al menos frente a otras personas.
Me encontraba yo en medio de toda esa confusión siguiéndome cuestionando ese acontecimiento cuando escuché sonar el teléfono, una, dos, tres, cuatro veces e intenté contestarlo sin éxito. No pude, mi cuerpo no me respondía, no podía moverme, sentía una gran pesadez y luchaba contra ella, de pronto, de un sobresalto llegué al filo de la cama, desperté abruptamente empapado en sudor, agitado y expectante, me tranquilicé al darme cuenta que seguía en casa, solo, listo para salir a mi cita de las 10:30 de la mañana pero…
¡Eran casi las 11 y el teléfono volvió a sonar!, era mi asistente quien me estaba buscando desesperadamente, pues no podíamos dejar pasar esta oportunidad. La cita de esa mañana era sumamente importante, crucial. Ttomé mi saco, busqué mi portaplanos (sin encontrarlo) y salí corriendo; en el patio, tropecé con una jeringa de gran tamaño, sí como esa con la que uno de los hombres que me había sometido también me había inyectado, pero ¿qué había sido eso entonces?
La cerradura de la entrada principal había sido forzada, pero no podía detenerme a indagar, iba ya retrasado a mi cita y pensé que ya habría tiempo para entender lo que había pasado, subí al auto, lo encendí y al hacerlo se encendió también la radio, sonaba esa misma melodía del día anterior, esa que sonaba mientras el doctor y yo conversábamos…
La parte 1 del Ejercicio literario a 9 plumas la puedes leer aquí.
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