No tenía la menor idea de quiénes eran ellos, ni mucho menos qué hacía ahí. Por primera vez algo interesante y fuera de lo común estaba pasando en mi monótona vida y yo solo pensaba en mi cita.
Vi mi reloj, 12:14 P.M. Volví a verlo, tenía esa maldita manía de repetir cada acción que hacía, (dos veces contaba mi cambio, dos veces leía la misma instrucción, dos veces cerraba con llave la puerta de mi casa.) De pronto sentí como si el tiempo se hubiese detenido… 12:14 P.M.
¡¿Qué carajo está pasando?! –Me dije a mí mismo.
Extrañado de ver que el segundero de mi reloj no se movía, alcé la vista, discretamente miré al hombre viejo de cabello largo, él sonrió y se dirigió hacia un pasillo largo y muy obscuro.
Sin pensarlo, lo seguí con la certeza de que él podría aclararme lo que me estaba pasando; mientras caminaba veía su cabello largo y canoso, pareciera que lo hubieran sacado de una película, esa que tanto detestaba ver en Semana Santa y que mi abuela me obligaba
Curiosamente tenía mucho tiempo de no recordar a mi abuela. Su muerte siempre me pareció muy dolorosa, por lo que evitaba recordarla. Sin embargo, mientras seguía caminando por aquel pasillo negro, largo y húmedo pareciera como si estuviese cerca de ella.
-¿Será que estoy muerto?- pensé sin poder sacar ni una sola palabra de mi boca, el señor de cabello largo y blanco, me miró de reojo y sonrió de manera burlona; como si pudiese leer mi mente. Sin detenerse, siguió caminando y yo decidido a saber la verdad apresuré el pasó.
–No me da miedo morir- pensé. Me da miedo seguir en esta interminable pesadilla. La intriga me está matando y si moriré quiero saber qué es lo que me pasó. ¿Por qué siempre seré tan pesimista? Esta podría ser la mejor experiencia que podría contarle a mis hijos y yo pensando en la muerte.
Ahora que lo pienso, sí, me da miedo morir y no ser recordado. ¿Cuánto tiempo he pasado aquí y nadie me ha buscado?, tiempo, tiempo… ¿qué hora será?, ¿qué día será?, ¿cuánto tiempo he caminado? La frustración comenzaba a invadir mis sentidos, sobre todo ese maldito silencio.
Ver la cabellera de aquel señor comenzaba a desesperarme y el olor a humedad me traía demasiada nostalgia. Debería ser fuerte, debería preguntarle ¿qué carajos estamos haciendo?, ¿quién es él y a dónde vamos? Decidido aceleré el pasó, sin embargo el hombre era muy rápido al caminar, sus piernas largas y delgadas tenían mayor ventaja que las mías.
Yo era el clásico promedio mexicano; chaparro. En la primaria me apodaban, “la tachuela” recuerdo las burlas y a mi madre consolándome cada tarde, mi madre… mi abuela…, ¿por qué estoy recordando tantas cosas de mi pasado?
Comencé a correr ansiosamente al no poder alcanzarlo, tropecé con mi propia torpeza, las piernas se me habían acalambrado de tanto caminar, quedé en el suelo, con el poco aliento que me quedó, grite: ¡Basta!
Miré mi reloj 12:14 P.M.
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