El domingo por la noche recibí un mensaje de una amiga muy querida diciéndome que habían pasado casi 2 meses desde la última vez que nos habíamos visto y que ya era necesario vernos. La conversación siguió fluyendo hasta que me reveló que este puente se iría a Chihuahua para tomar el Chepe de Chihuahua a Los Mochis, lo cual me hizo recordar que justo un 18 de marzo del año anterior, yo tomé mis maletas para hacer el mismo viaje, un viaje fascinante, un viaje necesario.
Para un chilango como yo, viajar a Chihuahua y tomar un tren de pasajeros que recorra el estado para posteriormente adentrarse en plena Sierra Madre Occidental y terminar en la costa sinaloense, representó una gran aventura. La idea es atractiva de inicio, se va alimentando con los comentarios de amigos que ya han hecho el viaje, las fotos ayudan mucho, pero la experiencia es indescriptible, una de las mejores en vida.
Todo empieza con el vuelo a Chihuahua capital, una ciudad que jugó un papel importantísimo durante la Independencia de México y la Revolución Mexicana, ahí fue muerto nada más ni nada menos que Miguel Hidalgo y Costilla y tuvo su casa Doroteo Arango, Pancho Villa pues, casa que ahora es resguardada por el Ejército y que funge como museo de la Independencia y la Revolución, en este museo se encuentra el auto en el que fue acribillado Villa, un verdadero tesoro revolucionario.
La visita a Ciudad Cuauhtémoc es obligada, tal vez no les diga mucho el nombre de la ciudad, pero es la ciudad más importante en donde residen los comúnmente conocidos como Menonitas, estar ahí es como regresar en el tiempo, el museo Menonita refleja la manera en la que vivían al llegar a México; muchas familias de menonitas siguen viviendo de la misma manera en la actualidad, una manera pre-capitalista en donde la unidad económica es la familia.
Dejando atrás la experiencia en Ciudad Cuauhtémoc, nos adentramos en la Sierra Madre Occidental y con ello en territorio Raramuri -que significa “el de los pies ligeros”– o tarahumara (nombre despectivo dado por los españoles a su llegada a lo que ahora es Chihuhua). Allá arriba, en las Barrancas del Cobre, descubres por qué se les dio ese nombre, la luz del atardecer da un color cobrizo al sistema de barrancas, ¡un verdadero espectáculo!
Pero todo lo que sube, tiene que bajar y el viaje hacia la costa sinaloense es impresionante. Cruzar la Sierra Madre Occidental, los microclimas, el cambio en los ecosistemas, de la roca y el viaje en tren en sí mismo hace de esta parte del viaje algo único en el mundo. Nuestra siguiente parada fue El Fuerte, ya en territorio sinaloense, de donde se dice que es originario El Zorro y donde puedes encontrar a personas de origen Mayo o Yoremes que han conservado su manera de vivir, sus creencias y costumbres. Este pueblo originario vive apartado de las grandes ciudades a donde van a recolectar dinero para llevar a cabo la Danza del Venado que coincide con las celebraciones de la Semana Santa.
Nuestro viaje después de 5 días culminó en Los Mochis, Sinaloa, ahí tuvimos la fortuna de que nos recibiera un gran amigo, oriundo de la zona que conocí en Santiago de Chile. Él nos llevó a conocer las zonas más representativas de esa parte de la costa sinaloense, una de esas cosas es la comida y por supuesto, el Puerto de Topolobampo en donde nos tocó presenciar uno de los atardeceres más bonitos que he tenido la fortuna de ver.
Sin duda, el viaje Chihuahua – Pacífico, si ya lo hiciste, estará dentro de tus viajes más memorables y en caso de que no lo hayas hecho, es un viaje que tienes que poner en tus planes, un viaje extraordinario, un viaje necesario.