Hace un par de días, mientras conducía en el pesado tráfico de mi querida ciudad, Quito en Ecuador, decidí sintonizar una estación de radio para salir del estrés del momento, de pronto escuché esta frase “el gesto es palabra” la cual se quedó por un tiempo rondando en mi cabeza buscando el sentido de ésta.
De ahí y trasladándola al día a día, seguramente han notado que muchas veces sin tener que decir una sola sílaba nos preguntan quienes encontramos a nuestro paso ¿Todo bien? ¿Sucede algo? Como si lleváramos un letrero anunciando lo mal o lo bien que la estamos pasando. Nuestro cuerpo puede delatarnos, pues transmite mucho más de lo que podemos imaginar.
Nuestra expresión corporal dice a gritos lo que a ratos nuestras palabras callan, es por esto que debemos prestar atención a los mensajes no verbales que enviamos a nuestro entorno e incluso a nosotros mismos.
Les doy un dato, nuestro lenguaje no verbal representa más del 55% del total de nuestra comunicación. Por otro lado, muchos juicios de valor se realizan en menos de cinco minutos y muchas veces puedes echar a perder esa irrepetible primera impresión.
Seguramente a su paso, se han encontrado con gente cuya expresión facial demuestra afecto, alegría, calidez y normalmente están rodeados de gente, esto se debe a que proyecta confianza y empatía, por ello las personas no titubearán en pedir consejo o simplemente entablar conversación. Asimismo, hay personas cuya expresión denota dureza, seriedad, frialdad que nos hace pensar dos veces antes de acercarnos a ellos, esta barrera limita el acceso a su mundo.
Sin ir muy lejos, ¿qué sensación te da una apretón tibio de manos? Seguramente te generará desconfianza. Muchas veces estos rasgos y gestos son los primeros filtros que tenemos y a partir de ellos nos hacemos los primeros juicios de valor sobre una persona, ya sea que tengamos afinidad o bien descartemos la opción de contactarla.
Por ello, quien es optimista, seguro de sí, sonríe a la vida, tiene fantásticos resultados y es casi mágico que todo o casi todo lo que hace llegue a buen término, es algo así como el Rey Midas y muchas veces nos preguntamos por qué nosotros no podemos conseguir lo mismo.
Una de las razones por la que no estamos consiguiendo el éxito que queremos es debido a que nuestro lenguaje corporal no se encuentra sintonizado, en armonía y estemos resaltando nuestras inseguridades o miedos[1] a quienes nos rodean. Ahora llevando esto a tu día a día, ¿qué mensaje estás dando a tu mundo?
Por otro lado, lo que proyectamos muchas veces es el reflejo de lo que hemos vivido a lo largo de nuestro crecimiento desde que somos niños hasta que llegamos a la vida adulta. En nuestro rostro y cuerpo mostraremos las satisfacciones e insatisfacciones, alegrías o penas, en suma, en nuestra presencia se dibujará el resultado de aquellas vivencias.
Ahora que sabemos esto, estamos a tiempo de mostrar por medio de nuestras actitudes, gestos o palabras lo interesantes que podemos llegar a ser, así como darnos cuenta de en qué momento estamos dando la impresión de alguien que no somos y poderla corregir.
Asimismo, si en nuestro entorno existen niños, es una oportunidad de oro para hacer las cosas diferentes pues ellos al igual que una esponja, captan perfectamente nuestras emociones y más allá de eso, somos su primer referente, su primer modelo a seguir.
Ahora bien, me dirán: “sí claro, como si hacer estas correcciones fuera tan sencillo”. Yo puedo asegurarles que en cuestión de segundos lo pueden conseguir, ¿cómo? Bueno dependerá de lo que ustedes quieran proyectar y la voluntad que tengan para hacer cambios.
Tal vez hayan notado que cuando escuchan una canción que les gusta mucho, varios recuerdos llegan a su mente y por tanto hasta pueden llegar a suspirar. Así funciona, utilicen lo que tienen a su alcance, una canción que los empodere, una sensación de bienestar, recuerden cuando estuvieron en su mejor momento o cuando hayan sido su mejor versión, recuerden las palabras de alguien especial o sientan la calidez de un abrazo. ¿Qué sintieron? ¿Qué recordaron? ¿Qué vieron? Automáticamente su estado va a ser otro y por tanto proyectarán la energía que existe tras esos estímulos[2].
De ahí que, la próxima vez que vayamos por el mundo con el ceño fruncido y con cara de pocos amigos, amargados, desmotivados o cansados, hagamos un alto, una pequeña pausa para respirar profundo y hacer cambios para bien. ¿Para qué esperar?, pintemos una sonrisa en nuestro rostro y suavicemos nuestra expresión, la felicidad es contagiosa, por tanto inyectemos de buena energía a nuestras vidas y compartámosla en nuestro entorno.
Si estamos en armonía tanto en posturas, gestos y pensamientos, puede significar el pase para conseguir grandes resultados e incluso se pueden abrir aquellas puertas que se encontraban cerradas.
Sonreír no cuesta nada y recibes mucho más de lo que das. Recuerda, solo tú decides qué huella dejar, no postergues tu alegría y felicidad.
Notas
[1] Tener miedo ante algo no es del todo malo, en dosis bajas, puede servir como campana ante el peligro, pero no permitan que los paralice.
[2] En otra entrega nos enfocaremos en estos ejercicios para conseguir resultados sorprendentes.