Al parecer, el “fantasma” de la reelección es una constante que se convierte en noticia “regularmente” en los espacios mediáticos de nuestra región latinoamericana; y, aun mas allá. La semana pasada, la prensa mexicana ha hecho eco de una noticia, y es que de acuerdo a la oposición, a través de una Ley de Revocación de Mandato -propuesta impulsada por presidente Andrés Manuel López Obrador (AMLO), con el fin de consultar a la ciudadanía a mitad de su mandato sobre su continuidad o no en el cargo- aprobada en la cámara de diputados el jueves 14 de marzo, podría “abrir espacios” y “allanar” el camino a AMLO para competir hacia una reelección a principios de julio de 2024, la cual ha negado el dignatario mexicano (líder de una coalición que busca la “cuarta transformación de la república”), a través de una misiva publicada a principios de la semana pasada, y afirma “no estar de acuerdo con la reelección” y que en “ninguna circunstancia intentaría perpetuarme en el poder”.
Desde Chile (en donde su actual presidente Sebastián Piñera, ha alternado sin mayores sobresaltos con Michelle Bachelet, la administración ejecutiva del país desde 2006, como si no hubiese un líder diferente que pudiese desempeñar dichas labores de mejor manera); hasta Honduras -en donde el actual “presidente”, Juan Orlando Hernández– surge después de una maniobra jurídica en el poder judicial “catracho”, misma que le habilitó el camino para continuar en el poder, a pesar de una robusta oposición.
Creo que todo este conjunto de circunstancias deben motivarnos a repensar la necesidad de “blindar” los estamentos jurídicos, a fin de que los “promotores” de trastocar los principios originarios de nuestras constituciones relacionados a la sucesión presidencial sean “llamados al orden”, para evitar a posteriori “caer en tentación”, debido a que entonces el estado-nación contemporáneo se va plegando a la figura de mandatarios reelectos, cuando debería ser al contrario (que estos se adhieran a los principios democráticos de los países) para que la función ejecutiva no devenga en totalitarismo. En ese sentido, en relación con el tema, el investigador Mario Serrafero (1997) llama a pensar si la reelección tiende al desequilibrio de poderes, debido quizás a la tensión socio-política y electoral que el tópico entraña en relación con la conformación de un gobierno limitado por un espacio de tiempo o con posibilidades de ser reelecto.
Por otra parte, ya se ha visto a lo largo de nuestra historia moderna como dirigentes presidenciales, tanto de la derecha como de la izquierda ideológica han cometido una serie de abusos, amparados en la fuerza armada (tal es el caso actual de Venezuela) y en una interpretación antojadiza y tendenciosa de la ley para obtener réditos tendientes a “alargar” y si es posible a “perpetuar” la gestión del presidente en turno (a través del control de instituciones claves-como las electorales y las encargadas de la interpretación de las normas jurídicas-), mismas que a mi parecer, deberían ser “apolíticas” y “técnicas” a todas luces, para sortear los mas diversos y variados obstáculos que se “tejen” desde el poder central a fin de “facilitar” la consumación de los intereses reeleccionistas de dignatarios de nuestra región latinoamericana, también a escala global, en donde las principales potencias hegemónicas buscan “atraer” y granjear simpatías domésticas de líderes locales para expandir sus espacios de influencia y alargar la lista de socios por la democracia.
Bajo mi punto de vista, la gestión de AMLO ha estado marcada por una serie de acciones de “buena voluntad” y simbolismos, como sus medidas de promoción a la austeridad pública federal y la visita a Badiraguato (norte mexicano), para intervenir desde el poder federal municipios como estos que han estado tradicionalmente fuera de órbita operativa de las autoridades federales y estatales.
En definitiva, la vigente constitución mexicana debe mantenerse incólume en aspectos controversiales, y hasta cierto punto, pienso que intrascendentes como este de la reelección, pues el continuismo no es garantía del cambio social hacia el estado de bienestar de nuestros países; es más bien la necesidad de “renovarse” interiormente a fin de poner todas las energías al servicio del bienestar colectivo, lo cual indudablemente requiere de la capacidad y voluntad para neutralizar todas aquellas intenciones aviesas y cercanas a la casa presidencial, que movidos por la ambición, retuercen el espíritu democrático de alternabilidad del poder, para anteponer intereses particulares a los nacionales.
Maestro en Comunicación por la Universidad Iberoamericana (UIA), Ciudad de México. Profesor de Periodismo en la UNAH.
Ha sido colaborador de medios informativos en la Ciudad de México y Honduras, así como para organizaciones promotoras de los Derechos Humanos como el Programa de Voluntarios de las Naciones Unidas y Centro de Atención al Migrante Retornado.