Siendo honesta, me cuesta escribir la miseria que ven mis ojos todos los días. Mi país agoniza a diario y mi gente sufre por querer sanar las heridas. Se tiene la esperanza, de hecho, se habla de ella en las calles, con los colegas del trabajo, con la familia, con el chofer del taxi. Sin embargo, el tiempo pasa y la esperanza cada vez es menos.
México se está desangrando, a causa de su mal gobierno. Nos están arrebatando nuestros recursos naturales, nuestra libertad de expresión, nuestra paz. Cada día que despierto me cuesta ver los encabezados de los periódicos; aquellas noticias desgarradoras que lamentablemente no son nuevas, se han convertido en algo cotidiano y provocan una fractura social en la que habitamos. Nos hemos sofocado en violencia.
Ante esta violencia, ante la corrupción, ante la injusticia que vivimos día a día surge un grito que anuncia lo cansados que estamos del sistema en que vivimos. Bien diría el académico sociólogo John Holloway:
“En el principio es el grito. Nosotros gritamos. Cuando escribimos o cuando leemos, es fácil olvidar que en el principio no es el verbo si no el grito. Ante la mutilación de vidas humanas provocada por el capitalismo, un grito de tristeza, un grito de horror, un grito de rabia, un grito de rechazo: ¡NO! El punto de partida de la reflexión teórica es la oposición, la negatividad, la lucha.” (Holloway, 2002, p.5).
Cada uno de nosotros tenemos un grito. Algunos lo externamos más que otros, o aunque interno, está a punto de salir. Ese grito es la crítica a la sociedad, ese grito es un ¡basta de injusticia!, ese grito es la empatía que necesitamos.
La estructura de la sociedad está siendo mecanizada, monótona, tan deshumanizante, que dejamos de mirarnos, algo tan esencial para la vida del ser humano. La dimensión de la tragedia que vive nuestro país puede ser colosal. Estamos acuciados a diversas problemáticas sociales y el tema de la violencia está en boca de todos, lo peor, es que la consumimos en este imperio capitalista en el que vivimos sumergidos.
Es necesario tener presente cómo se maneja el sistema y las consecuencias del poder actual; el dominio del capital y la subordinación a su dinámica, la fragmentación de gran parte de la población, la esclavitud, así como los condicionamientos jerárquicos de una sociedad autoritaria, entre ellos, el patriarcado, el trabajo asalariado, la mercantilización de las relaciones humanas, la desigualdad, el clasismo, entre otros.
Ante esta compleja situación es momento de gritar; reivindicar la autogestión, la organización colectiva, el diálogo. Retomo a Holloway. “Nuestro grito, entonces, es bidimensional: el grito de rabia que se eleva a partir de nuestra experiencia actual conlleva una esperanza, la proyección de una otredad posible”. (Holloway, 2002, p.11).
Es el rechazo, es un modo de manifestarse frente a decisiones ineptas del gobierno, es momento de buscar otras formas de gobernanza.
Referencias
John Holloway, (2002), Cambiar al mundo sin tomar el poder. El significado de la revolución de hoy. Editorial Melvin, C.A., Venezuela.