Pasó el “puente” de Semana Santa y a finales de abril, trabajadores del sistema sanitario y educativos hondureños han permanecido desde entonces en las calles de ciudades y aldeas de la pequeña república centroamericana de unos nueve millones de habitantes (desterrados por situaciones socioeconómicas y de inseguridad unos, y, otros que buscan “salvar” y “refundar” el estado “catracho”.
La causa, iniciativas del poder ejecutivo turnadas para su ratificación al poder legislativo, con relación a la “reestructuración y transformación de los sistemas educativos y sanitarios” mismas que se publicaron en el Diario Oficial La Gaceta -equivalente al Diario Oficial de la Federación (DOF)- en ese momento.
Cabría preguntarse aquí si esta situación estimula o no la emigración de hondureños hacia la tierra del “Tío Sam”, pues parece que los horizontes se estrechan para ciudadanos de pequeños poblados en el país. El cambio climático que afecta los procesos de trabajo en el campo, “normales” a principios de los años noventa, y la falta de estrategias “sobre el terreno” de instancias gubernamentales para fomentar y sostener una productividad “vibrante” parecen convertirse en el “coctel” venenoso que les “empuja” a la búsqueda del “sueño americano”.
Datos de diversas instancias hondureñas han venido señalando que diariamente decenas de hondureños emigran en busca de mejores oportunidades (entronizadas en sus mentes por la obtención de los llamados “billetes verdes”), lo cual creo que se traduce en el desarraigo familiar y la ulterior pérdida de lo poco que tiene el hondureño en cuanto a la “identidad” nacional.
En estas semanas la angustia social ha copado redes sociales de internet, ha sido motivo de pláticas y fomento de la opinión pública en sitios de encuentro en las principales ciudades del país centroamericano; no obstante, al parecer no hay un “entendimiento” entre las partes involucradas en el conflicto (la autodenominada Plataforma Ciudadana por la defensa de la salud y educación publicas (que han bailado al son del toque de flautas del ex presidente “vaquero” José Manuel Zelaya Rosales); entretanto, el actual “presidente” un veterano político de pensamiento de derecha, Juan Orlando Hernández, “busca” discípulos no tan “radicales” que puedan materializar un “diálogo” que ha “sacrificado” el derecho a la educación y la salud de grupos sociales “vulnerables” al “sistema”.
Bajo mi punto de vista, el hecho de que miles de ciudadanos hondureños “huyan” de Honduras es un significante -drama social- de que las cosas no han funcionado en esta nación del empobrecido triángulo norte centroamericano. Habría que preguntarse si es “urgente” la necesidad de que potencias que “apoyan” al desarrollo de Honduras tendrían que “reinventar” sus formulas de “ayuda” internacional al desarrollo.
En que sentido, pues en el hecho de que los “flujos” de cooperación sean circunscritos a una “obligación” de los políticos hondureños a “incorporar” nuevos cuadros en la gestión de la administración. Esto se debe a que, en términos generales en países como éste ha sido “naturalizada” la práctica de “sentar” activistas en gestión pública, cuando podría haber “elementos” en otros estrados ideológicos que podrían coadyuvar a construir un país con una visión pluralista en el diseño del desarrollo “desde adentro”.
En definitiva, el cerco geopolítico parece “estrecharse” en contra de Juan Orlando Hernández, no obstante, debe primar la cordura y la civilidad para “gestionar” esta crisis en la que ha permanecido “mayúsculamente” el pueblo hondureño desde mediados de 2009.
Maestro en Comunicación por la Universidad Iberoamericana (UIA), Ciudad de México. Profesor de Periodismo en la UNAH.
Ha sido colaborador de medios informativos en la Ciudad de México y Honduras, así como para organizaciones promotoras de los Derechos Humanos como el Programa de Voluntarios de las Naciones Unidas y Centro de Atención al Migrante Retornado.
