Desde Tegucigalpa hasta Caracas, las calles latinoamericanas se han convertido en estos días en “campos simbólicos de batalla” e incendios sociales, producto de divergencias socio-ideológicas en torno a la administración de estos estados. En Honduras, la aprobación de un decreto legislativo, tendiente a la “reestructuración” de los sectores educativo y sanitarios ha movilizado masas de izquierdas e insurgencias “hartas” del régimen nacionalista que lidera el dirigente político de derechas Juan Orlando Hernández. El fuego ha formado parte del paisaje y la iconosfera capitalina ha sido mediatizada en torno a este elemento “perturbador”. Entretanto, en Venezuela, la oposición dirigida desde hace tres meses por el “presidente encargado” del país sudamericano Juan Guaidó busca el “cese definitivo de la usurpación” del discípulo “chavista” de izquierdas Nicolas Maduro, y con el respaldo de militares disidentes han liberado al emblemático dirigente político Leopoldo Gómez.
Estos hechos invariablemente están anclados en una lucha perenne e histórica en donde izquierda y derecha parecen incompatibilizar en su comprensión o lectura de la realidad y al “ganar” el disenso, la protesta social “se mueve” y coloniza el espacio público (como medición de fuerzas en una región hastiada de corrupción), y en donde en términos generales, el trabajo por el desarrollo de nuestros países queda relegado a un segundo plano, debido a prácticas nefastas entronizadas en nuestros gobiernos como clientelismo y nepotismo políticos, la ideologización y adoctrinamiento en los procesos de captación de personal que prevalece sobre la meritocracia en el ejercicio laboral, etc.
Por otra parte, se hace evidente la implicación y simpatía de gobiernos extrarregionales con los diversos actores involucrados en la problemática; de manera tal que, la proclamada auto determinación es una especie de “juego de barajas” que se define en torno al peso “geoestratégico” y en donde la noción de “no intervención” en los asuntos internos pasa por una suerte de empatías y alineación geopolíticas a superpotencias como Rusia y China; por una parte; y, Estados Unidos-Unión Europea, por otra parte.
La tradición de estos países de “evadir” la vista de aquellos problemas ingentes y guetos de desigualdad con centenares de personas conviviendo en condiciones infrahumanas han empezado a “cobrar facturas” y remecer la institucionalidad de estos territorios, pues es notorio el principio de mesianismo que guía a los dirigentes del ruedo político, cuando inician sus gestiones gubernamentales, pero pareciera que en el trayecto de las mismas, el “desgaste”, producto de las soluciones inconclusas y la adulación de las que son objeto los líderes políticos, les distrae de su tarea primordial, relativo a la propiciación del bienestar común, anteponiendo el mismo ante los beneficios particulares.
“Los medios masivos presentan información cargada de juicios de valor con la intención de colocar la idea de que la protesta social representa disturbios, violencia menoscabo de la libertad de tránsito, omitiendo siempre el derecho que se tiene de ejercerla”.
Bajo esta perspectiva, los medios de comunicación social desempeñan la labor de auditores sociales y observantes del poder, para hacer ver las “fallas” del mismo en la gestión del estado de derecho y en la búsqueda de la igualdad de oportunidades. Decía desde México a mediados de 2015 la escritora Liza Acevedes López, que “los medios masivos presentan información cargada de juicios de valor con la intención de colocar la idea de que la protesta social representa disturbios, violencia menoscabo de la libertad de tránsito, omitiendo siempre el derecho que se tiene de ejercerla”.
Esta serie de manifestaciones en donde dos contracorrientes ideológicas buscan “cimbrar” los estamentos institucionales de estos dos países no es mas que una latente manifestación de la progresiva acumulación de frustraciones y desesperanzas aprendidas en la lucha cotidiana por construir ciudadanía cívica y cambio social con equidad.
Maestro en Comunicación por la Universidad Iberoamericana (UIA), Ciudad de México. Profesor de Periodismo en la UNAH.
Ha sido colaborador de medios informativos en la Ciudad de México y Honduras, así como para organizaciones promotoras de los Derechos Humanos como el Programa de Voluntarios de las Naciones Unidas y Centro de Atención al Migrante Retornado.