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Política

Y la esperanza triunfó

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julio 02, 2018

“La esperanza en México parece estar en bancarrota”, decía hace unos meses el escritor Juan Villoro en una entrevista para el diario “El País”.

Y es que no es para menos, si uno tiene que levantarse a diario e intentar sobrevivir en un país salpicado de sangre, mancillado por la corrupción, alejado de la justicia y desencantado por las inconmensurables promesas que nos hicieron todos aquellos, que en un vaivén de poder, no nos supieron cumplir.

En el 2000 el aire se perfumaba de alternancia y nos llenaba de ilusión, terminábamos con más de 70 años de un gobierno priista que se había tornado clientelista, vertical y autoritario, creímos en aquella “Alianza por el Cambio” -conformada por el PAN y el Partido Verde- que prometía una renovada época de bonanza bajo la representación de Vicente Fox Quesada, un hombre que encarnaba el hartazgo, la sencillez y la humildad que caracteriza al pueblo de México.

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Sin embargo, Fox nos falló. Traicionó la honradez, la transparencia y la justicia que tanto nos había prometido. Le abrió la puerta a 12 años de decepción, desconcierto y a uno de los periodos más sangrientos que hemos vivido en la historia de nuestro país de la mano de su sucesor Felipe Calderón y su llamada “guerra contra el narcotráfico”.

Y así fue como aquel júbilo del 2 de julio del año 2000 en el que celebrábamos el triunfo del cambio en el Ángel de la Independencia, se convirtió en la más larga y oscura noche de dos sexenios que nos hundieron en la desilusión, la desconfianza, la impotencia y el coraje, el mismo que en el 2012 trajo al PRI de regreso a la silla presidencial.

Ahora, tras dieciocho años de esa promesa de cambio con más de 200 mil muertos y 37 mil desaparecidos a cuestas, con las heridas abiertas de la impunidad y la injusticia, con la dolorosa realidad que nos ha dejado tanta sangre derramada y tanto abuso hacia un pueblo que alguna vez confió en ellos y puso en sus manos no sólo el poder, sino la vida y el destino de más de 123 millones de mexicanos; Villoro tenía razón, “la esperanza de México está en bancarrota”.

Ayer 1° de julio, a pesar de ese mal sabor de boca salimos a las calles a hacer efectivo un derecho que la democracia nos permite ejercer. Ayer el coraje nos hizo fuertes, nos quitó el miedo y nos motivó a alzar la voz por medio de un sufragio que definiría el nuevo camino que queremos construir. Ayer la grata sorpresa fue la participación de más del 62% de los ciudadanos mexicanos que decidimos no hundirnos en el mar de la resignación.

Dicen algunos estudios que México es el cuarto país más feliz del mundo. Dicen las tragedias que nos han puesto a prueba que también somos un pueblo solidario y leal. Dicen los hechos que los mexicanos somos nobles, trabajadores y soñadores.

Dice el 1° de julio que la esperanza aún no ha muerto, que los mexicanos somos capaces de abdicar a la indiferencia, ser diseñadores del porvenir y correr por las calles con la ilusión del triunfo no de un candidato, sino de una nación.

Dice hoy, el 2 de julio, el día después, que no todo está perdido y pese a la derrota de la Selección Mexicana en el Mundial, aún podemos ser mejores; despojarnos del desencanto, de la frustración, de la mediocridad; abandonar todo aquello con lo que nos han condenado, no sólo nuestros gobernantes, sino nosotros mismos al haber sido conformistas, al haber responsabilizado a los demás de nuestros actos y al no haberle exigido a los que les dimos el poder todo lo que por derecho nos corresponde: libertad, respeto, seguridad, bienestar…

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Decidimos confiar una vez más y sacar a las calles las banderas de una patria adolorida pero no menos valiente.

Decidimos escribir una nueva historia y darle el beneficio de la duda a aquel hombre que promete un cambio profundo, una transformación radical y una nueva era que si bien no será sencilla ante el reto descomunal que representa, será tarea de todos -como siempre lo ha sido- trabajar con entereza, compromiso, convicción, seriedad, decisión, unidad, responsabilidad y pasión.

Ayer decidimos apostarle a la esperanza, y ojalá que esa primer promesa con la que ayer Andrés Manuel asumió su victoria, sea parte de una reconstrucción real y de un mejor porvenir: “no les voy a fallar”.

Comienza una nueva era para México, una nueva era en la que si olvidamos nuestro origen, si olvidamos nuestra historia, no sólo estaremos condenados a repetirla, sino a desconocer de dónde venimos y hasta dónde queremos llegar.

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“Los deseos nos vieron nacer, los árboles nos vieron crecer, el océano nos vio navegar, las estrellas nos vieron cruzar, las estrellas nos vieron llegar, las estrellas nos vieron perder, las estrellas nos vieron ganar, las estrellas nos vieron correr, las estrellas nos vieron volar…” [Me vieron cruzar, Calle 13]

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