La ilusión y la desilusión en la ceremonia de los Oscar 2019 | LandingMX


La noche del 24 de Febrero se celebró la, tan siempre esperada, entrega de los premios Oscar a lo mejor del cine según la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas de Estados Unidos. Esta ceremonia ha sido una de las que más expectativa ha generado en el público mexicano gracias al enorme trabajo publicitario que ha estado detrás de la película de Alfonso Cuarón en alianza con Netflix, Roma. Y no es para menos, ya que el largometraje del ahora multipremiado director mexicano, estuvo nominado para 10 premios Oscar, de los cuales se llevó a casa 3 (de lo más importantes de la noche): Mejor Película Extranjera, Mejor Guión Original y Mejor Director.

Sin embargo, la noche de ayer no sólo fue especial por la inclusión de Roma, la celebración venía cargada con algunas otras bombas, que sumadas a la presencia de Roma en las ternas, pusieron a Hollywood y a su Academia en una posición muy difícil de jugar. En los últimos años, las ceremonias del Oscar han sido escenario de múltiples protestas políticas y sociales, acerca de temas como la poca representación que las minorías étnicas tienen en la pantalla, protestas a las políticas del gobierno de Donald Trump, la demanda por una mayor y justa participación de las mujeres en proyectos de alta calidad, y los casos de acoso sexual perpetrados por diversos miembros de la industria.

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Todo esto, ha provocado una gran presión sobre Hollywood, ya que la ceremonia del Oscar siempre ha querido proyectar al mundo una imagen de apertura política y social, que le permite a la industria promover su modelo de negocio en el que todo cabe, y para que todo quepa, precisamente debe ser atrevido sin ser amenazante, disruptivo pero controlado, profundamente claro pero sutilmente segmentado; de esta manera, el mercado se amplía y puede ser explotado más fácilmente. Es por eso que en las últimas ceremonias la academia se ha visto obligada a renovar sus membresías para poder introducir así, pensamientos más actuales que le den contrapeso a la vieja guardia de miembros que aún ven el mundo del cine como una expresión de arte exclusivamente norteamericana.

En ese sentido, los intentos de adaptación dieron como resultado una de las ceremonias más competitivas e incluyentes en décadas, basta con mirar a algunos de los nominados a Mejor Película de este año. Por un lado teníamos a Vice, una película que habla abiertamente de la manipulación de las leyes y de la opinión pública en los tiempos de la presidencia de George W. Bush, temas que en su momento no se mencionaban y mucho menos, se galardonaban en los premios Oscar. En la misma categoría, se nominó a The Favourite, una película no con una, sino, con tres mujeres protagonistas, en donde el director Yorgos Lanthimos decidió retratar a sus personajes femeninos con una actitud fría y dominante, con vestidos sobrios y en claras posiciones de poder y control,  mientras que a los hombres los dibujó con actitudes frágiles, en tacones y maquillaje, ataviados con vestimentas sobrecargadas y ridículas al extremo.

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Además había tres películas con protagonistas de raza negra en papeles principales. Black Panther,  un rey africano, dirigente de una nación independiente y superior a las naciones occidentales en tecnología, poder militar y económico, sin complejos y dueña de su propio destino. BlacKkKlansman, una película de Spike Lee, contando la historia de un agente negro que se infiltró en la estructura del Ku Kux Klan en la década de los 70’s, cargada de una denuncia clarísima a la indiferencia de los blancos hacía un problema que consideraban exclusivamente de los negros. Green Book, una película que cuenta la amistad creada entre un hombre de raza negra, con un talento musical único, y un hombre blanco de origen italiano, durante un  largo  viaje que los confrontó con la realidad del racismo en el sur de los Estados Unidos.

Y por último, la gran Roma, una película que reunió a su favor todos los prejuicios tanto de una sociedad como de una industria tan aplastantemente blanca, al poner como protagonista a una mujer mexicana de origen visiblemente indígena, llevando una historia de clasismo e injusticia, hablando de la vida de una trabajadora del hogar al servicio de una familia de clase media en el México corrupto de los años 70, de la mano de un director mexicano y de Netflix, el patito feo de la industria del entretenimiento.

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Con todo este contexto la ceremonia de los premios Oscar 2019 nos vaticinaba una competencia reñida, la favorita a ganar el galardón a la Mejor Película según los festivales y premios anteriores era Roma, seguida de The Favourite. A pesar de todas las predicciones de las grandes revistas y sitios especializados, la Academia nos sorprendió nombrando a Green Book como la mejor película del año. La sorpresa no fue porque la película fuera mala, es una película decente que lleva al espectador a un lugar seguro en donde nos hacen pensar, que para superar el racismo o los prejuicios hacía las personas que son diferentes, lo único que basta es que los individuos tengan la oportunidad de conocerse y romper esas barreras, un lugar que como dijimos anteriormente, le gusta a Hollywood.

No es que no sea una buena idea, o incluso un buen mensaje, sabemos que a la academia le gusta premiar ese tipo de películas que predican la fantasía que nos dice que lo único que se necesita para cambiar el mundo es una buena historia que nos llegue al corazón y nos impulse al cambio después de dos horas de proyección. Ese lugar nos regresá casi al punto de partida de todas estas protestas y movimientos, en donde a pesar de toda la aparente apertura y la voz a favor del cambio de muchos miembros de una industria con tanto poder de influencia como lo es Hollywood, aún existe mucho camino por recorrer.

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Aunque la razón de que Green Book haya ganado, sin quitarle méritos, fue probablemente el tecnicismo del proceso de votación que exige que una película ganadora tenga por lo menos el 50.1% de las votaciones de los miembros, y si así, no se llega a un consenso, el proceso dicta que se vayan descartando las que tengan menos votos y los votos de estas películas que salen, se reparten entre los que más votos tengan, según los segundos o terceros lugares y así sucesivamente de las boletas de los miembros votantes. Lo cierto es que, aquellos miembros que escogieron una posición tan simple y condescendiente hacía uno de los problemas más graves de nuestros tiempos como lo es el racismo, tal vez no alcanzan a entender que el arte necesita de voluntad para desafiar los estándares. Que en este presente, las expresiones de diversidad en la cultura de una industria global pueden convertirse en indicadores  de un posible cambio, no en el cambio en sí, pero sí, en un reflejo de la voluntad.

Mientras los miembros de la academia se dan cuenta de su error, (y no porque quisiera que ganará Roma o Yalitza) es importante reflexionar más allá de la ilusión de la que se alimenta el espectador durante estos premios, que se necesita aprovechar la coyuntura para empezar a ver y exigir que se produzcan más películas o trabajos artísticos que reflejen realidades más cotidianas, menos comerciales. Que no basta con historias buenas que nos hagan sentirnos felices o llorar hasta el desconsuelo; se necesitan historias memorables para tiempos así, que junto con el mensaje estén finamente hechas a la par de nuestra capacidad. Al final sea el cine y sus premios Oscar uno de los caminos a la reflexión, o no, de alguna manera, debemos entender que algo está cambiando en la forma que se hace y se consume el cine y no debemos de permitir que se nos regrese a ese lugar seguro en donde lo único que importe sea el confort y la taquilla.

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