La republica bolivariana de Venezuela se encuentra en un estado de tensión, la cual es latente tanto a nivel nacional debido a la confrontación del “presidente” Nicolás Maduro con las fuerzas opositoras, lo cual ha acarreado enfrentamientos de los opositores al régimen chavista con las fuerzas del orden y “grupos de choque” afines al veterano político de izquierdas.
A nivel internacional, el termómetro ha oscilado de una relativa “observación a distancia”, hacia una mayor implicación “sobre el terreno” de los dos bloques antagonistas externos que a todas luces buscan “conquistar” la hegemonía en ese país.
Estados Unidos que a través de su presidente Donald Trump lidera una ofensiva diplomático-económica para “liberar” al pueblo venezolano de la “tiranía”; y, Rusia, que a través de su líder Vladimir Putin se mantiene expectante y ha sugerido con su discurso verbal y no verbal la idea de que los venezolanos “decidan” su propio destino. No obstante, no ha descartado la posibilidad de intervenir si su contraparte estadounidense decide actuar militarmente.
Indudablemente la situación ha venido deteriorándose en Venezuela cada día que pasa, debido a la fragilidad y alineamiento de las principales instituciones del país sudamericano al “discípulo” chavista.
El problema principal de este socialismo del siglo XXI que “quiere” perpetuar el líder venezolano estriba en que, todas las conquistas de adeptos se hacen por dos vías ampliamente conocidas; a través de las canonjías hacia aquellos grupos sociales que quizás no cuentan con la mayor meritocracia para liderar el cambio sociopolítico y económico que requiere la patria del libertador Simón Bolívar; o, a la fuerza o la amedrentamiento de los líderes opositores (el caso del encarcelado político del opositor partido “Voluntad Popular”, Leopoldo Gómez, y decenas de perseguidos políticos, incluido el presidente “encargado”, Juan Guaido), a quien de una u otra forma, el régimen desigual de justicia de esa nación caribeña tiene “en la mira”.
México, liderado por el gobernante Andrés Manuel López Obrador (AMLO), podría jugar un papel determinante en la solución parcial y sostenida a esta crisis. El dignatario, adherido al “Mecanismo de Montevideo” ha querido mantenerse neutral en esta situación, invocando principios internacionales de no intervención en los problemas internos de terceros países. El hecho de que AMLO pueda tener cierta “sintonía” con Nicolás Maduro, pero a la vez pueda “establecer” relaciones empáticas y fraternas con la derecha internacional le podría generar los espacios necesarios para liderar esfuerzos internacionales y así contribuir a la contención de toda situación que arrastre a los venezolanos al abismo de una mayor confrontación. Podría de esa manera usar su “terquedad” para decir al mundo que el diálogo y el entendimiento en las diferencias es el camino acertado para la paz.
Creo que aquí es donde más debe primar la prudencia. De todos los bandos e ideologías, pues se trata de gestionar la paz social de un país que ciertamente en las últimas décadas ha sido escenario de cruentas confrontaciones entre dos radicales fuerzas políticas que “sin querer queriendo” han “sembrado” en la sociedad caos, violencia y remezones políticos de sensibilidad global, debido a la posición geoestratégica de Venezuela como productora de productos relacionados al petróleo y “campo de batalla” de fuerzas neocapitalistas de derecha e izquierda que buscan consolidarse y “gozar” de su propio bienestar, aunque ello implique empujar al precipicio a la sociedad. Lo anterior debido a los déficits políticos y socioeconómicos que han legado al pueblo venezolano como la construcción de infraestructuras a todos los niveles de la vida social para posibilitar la igualdad en el acceso a las oportunidades y la gestión del cambio desde la “raíz” personas oprimidas.
En conclusión, Nicolas Maduro debería “tolerar” la entrada de ayuda humanitaria al país, en tanto el tiene actualmente el mando de las Fuerzas Armadas Bolivarianas; por otra parte, Juan Guaido, debería permitirse transitar hacia un acercamiento con el líder chavista, que permita encontrar entonces mecanismos para la celebración de nuevos comicios y la conformación de un gobierno de unidad nacional que fue precisamente algo que aconteció en Honduras después del derrocamiento del entonces presidente Manuel Zelaya, simpatizante y aliado del entonces presidente Hugo Chávez.
Maestro en Comunicación por la Universidad Iberoamericana (UIA), Ciudad de México. Profesor de Periodismo en la UNAH.
Ha sido colaborador de medios informativos en la Ciudad de México y Honduras, así como para organizaciones promotoras de los Derechos Humanos como el Programa de Voluntarios de las Naciones Unidas y Centro de Atención al Migrante Retornado.