«Donde hay música, nada malo puede haber»
Miguel de Cervantes Saavedra
«El mejor medio para hacer buenos a los niños es hacerlos felices»
Oscar Wilde
Una deuda histórica es aquella que la sociedad tiene con la infancia. Con los niños de cada país, cada ciudad, cada barrio y hogar, cuando tan solo uno de estos pequeños está privado del acceso a una educación básica. Pero el principal fracaso está en mi opinión no en la «formación» escolar que dejan de recibir, sino en las carencias emocionales con las que viven, en la poca importancia que se le da a su crecimiento espiritual, al no existir ahí más tiempo para el juego; donde la actividad libre ( también libre de adultos y por consiguiente libre de violencia y guerras en los casos más extremos ) les permita estar en compañía de sus iguales compartiendo experiencias vitales, espontáneas, sin prejuicios, conectada a su propia naturaleza y desarrollo particular.
UNICEF y CONEVAL en su análisis sobre pobreza y derechos sociales de niñas, niños y adolescentes en México concluyen que: «Un tercio de la población total del país, es decir, 40 millones de personas tienen menos de 18 años de edad. Y de éstas, poco más de la mitad (53.9%) estaban en situación de pobreza en 2014. Es decir que más de 20 millones de seres humanos de entre 0 y 17 años se encuentran en situación de pobreza y una proporción importante de esta población no tiene acceso a los bienes indispensables para su alimentación, lo que obstaculiza el ejercicio de sus demás derechos.» En suma: una vergüenza para todos.
El acceso a la cultura y a poder crear en libertad es una oportunidad que no se debería de desaprovechar cuando se tiene la responsabilidad de acompañar a un niño en su propio proceso de crecimiento y aprendizaje. La vida de los niños está en manos de los adultos, para bien y para mal, esa es la realidad. Tampoco deberíamos olvidar que no se entiende al niño sino en función de su relación con el medio social. ¿Qué tipo de infancia queremos para nuestros hijos? ¿Qué tan sano es el entorno que les estamos ofreciendo? El director de orquesta italiano Claudio Abbado lo tenía muy claro, sabía que algo estaba pasando cuando conoció el programa de fomento y desarrollo musical venezolano «El Sistema» como lo llaman: «Nos encontramos con un mundo nuevo, un modo distinto de acercase a la música, de aproximarse a la cultura”. Yo agregaría también: “un modo distinto de entender lo que es un niño”
Por qué la cultura, muy por encima de lo que piensen no pocos gobernantes, no es un privilegio, es un derecho fundamental para los más pequeños que además está consagrado en la Convención de los Derechos del Niño. La vida de los niños tendría que estar llena de música, de paz. Es su derecho y este les ha sido arrebatado aún antes de nacer. Lo dice de esta forma Gustavo Dudamel el hijo predilecto del Sistema Nacional de Orquestas y Coros Juveniles e Infantiles de Venezuela: «No hay nada más importante que tener acceso a la belleza y eso es un derecho de nuestras nuevas generaciones,…su derecho a ser felices»
Son más de 40 años de una revolución pedagógica musical que ha hecho eco en prácticamente el planeta entero. Sin embargo no sólo es eso, es una revolución pacificadora de transformación social, que construye a hombres más sensibles, más maduros y más independientes al restituirles el derecho a vivir en un ambiente más seguro y de mayor justicia social. Un círculo virtuoso en donde niños, maestros, música y comunidad salen todos ganando. Es ante todo un proyecto musical y social constructor de paz así reconocido en 2008 con El Premio Príncipe de Asturias de las Artes.
Aquí está el paradigma que buscábamos: el disfrute de la música como uno de esos momentos de «‘actividad libre», de gozo y paz en el cual descansar de nuestra cotidianidad, vivir la experiencia musical, dejarnos llevar a un mundo mejor y poder vivir en cuerpo y espíritu propio el poder pacificador de la música. La música como un estado de paz. Un transe maravilloso de sonido y silencio que nos transforma como toda experiencia estética.
Ahora mismo suena, en alguna sala de concierto, la novena sinfonía de Beethoven:
«Seid umschlungen, Millionen! / Diesen Kuss der ganzen Welt!»
«¡Abrazaos millones de seres! / !Un beso al mundo entero!»
(fragmento del último movimiento coral)
¿Cómo permanecer indiferente al llamado de esta música? Me parece casi imposible no dejarse tocar por su mensaje. Disfrutemos de este arte. Disfrutemos de este milagro. El milagro de la música.
El camino está marcado. ¿Seremos capaces de construir algo distinto con lo mejor que tenemos? Tocar, cantar y luchar, ahí está nuestro futuro, el futuro del mundo en manos de nosotros, de nuestros hijos, del arte, de la música, de la belleza.