Están dos peces nadando uno junto al otro cuando se topan con un pez más viejo nadando en sentido contrario, quien los saluda y dice, “Buen día muchachos ¿Cómo está el agua?” Los dos peces siguen nadando hasta que después de un tiempo uno voltea hacia el otro y pregunta “¿Qué demonios es el agua?”.
Así fue como el escritor estadounidense David Foster Wallace (1962-2008) inició su discurso dirigido a los graduados de la Universidad de Keyton en el año 2005.
La idea central de esta historia es que las realidades más obvias e importantes son con frecuencia las más difíciles de ver y sobre las que es más difícil hablar.
En nuestras vidas, particularmente en nuestras vidas como adultos, tendemos a caer bajo las garras de lo que yo llamaría “el ruido” y de nuestra aceptada rutina. Las rutinas en la vida adulta son en cierta lógicas, al pasar los ardores y pasiones de la juventud, el hombre moderno se crea lugares comunes (o sea rutinas) que le den algo de estabilidad en su día a día. Sin embargo el surgimiento de estas rutinas conlleva la aparición de “el ruido” que no es otra cosa que todos esos pensamientos que surgen en nuestra vida diaria del tipo de: ¿cómo es que terminé haciendo esto en la vida?, ¿por qué siempre hay tanto tráfico?, ¡quiero llegar a cenar señora!, ¿cómo se le ocurre traer puro cambio para pagar?, ¿mañana a cuanto está el dólar?, este fin de año me iré de vacaciones, etc.
Y el ruido se vuelve lo que oímos dentro de nuestra cabeza porque todas esas preguntas, quejas y planes (pensamientos) generan otras preguntas, quejas y planes. De pronto nos damos cuenta que pasó una semana y nuestros recuerdos de esa semana son primordialmente esos pensamientos, sabemos que fuimos a la oficina, sabemos que salimos a cenar con la pareja, la familia o los amigos, pero en realidad eso lo sentimos como si hubiera sido un programa de televisión y lo que recordamos como real son esos pensamientos a los que me he referido.
Foster Wallace no está en contra de las rutinas, las asumió en sus ensayos y en su obras literarias como algo que simplemente sucede en la vida adulta, aunque hay de rutinas a rutinas, no podemos escapar de todas ellas e incluso hay algunas que son importantes, tal como menciona en su discurso de manera puntual –“el hecho es que en las trincheras del día a día de la existencia adulta, los lugares comunes pueden tener una importancia de vida o muerte”.
Conforme avanza su discurso, Wallace hace ver a los recién graduados que el motivo de sus palabras es para discutir con ellos algo que les parecerá muy obvio, pero que precisamente por ello les pide que recuerden la historia de los peces. Les indica que su plática no tiene como objetivo el mencionar que la educación escolarizada les ha enseñado a pensar. En realidad, su plática gira en torno en decidir sobre qué decidimos pensar, en otras palabras, cómo tomar control sobre “el ruido”. Wallace les pide a sus oyentes que hagan un paréntesis en su escepticismo sobre el valor de lo totalmente obvio.
“El ruido” invade nuestros pensamientos y gran parte de ese ruido reverbera en base a la absoluta certeza que tenemos de las cosas. En este punto Foster indica que no lo malinterpreten, ya que ningún pensamiento puede ser considerado como bueno o malo ya que todo lo que pensamos esta basado en las diferentes formas en que construimos significados sobre algún concepto en base a nuestra experiencia personal y como priorizamos la tolerancia y la libertad de pensamiento.
Pero hay algo que se nos escapa y es que, “nunca terminamos hablando sobre de donde vienen estas creencias y patrones”, es decir, de dónde vienen dentro del ser humano. Foster continua “como si la orientación más básica de una persona, y el significado de su experiencia fueran de alguna manera inherentes a ella, como la altura o el número de zapato; o fueran automáticamente absorbidos de la cultura, como el lenguaje. Como si la forma de construir significados no fuera el resultado personal e intencional de una decisión consciente. Además, tenemos la cuestión de la arrogancia, la certidumbre ciega, una mente cerrada que equivale a un aprisionamiento tan absoluto donde el mismo prisionero ignora que está encerrado.
El punto es que pienso que esta es una parte de lo que el mantra de “enseñar cómo pensar” debe significar: ser un poco menos arrogantes, tener “consciencia crítica sobre mí mismo y mis certidumbres…, porque un buen porcentaje de las cosas que doy por dadas, resultan eventualmente diluidas e incorrectas. Yo he aprendido esto de la manera difícil, como seguramente ustedes también lo harán”.
“El ruido” se crea no tanto de las rutinas como de el elegir pensar, con la mayor certeza y sin lugar a dudas, que “yo” soy el centro absoluto del universo, Foster asegura que “Es nuestra configuración predeterminada, inherente a nosotros desde el nacimiento. Piensen en esto: no existe ninguna experiencia que hayan tenido en la cual ustedes no hayan sido el centro de la misma. El mundo como lo viven está ahí en frente a ustedes, o detrás, o a un lado, en frente, o en la televisión, o en su monitor, o en dónde sea. Los sentimientos o ideas de otras personas tienen que ser comunicadas a nosotros de alguna manera, pero las propias son inmediatas, urgentes, reales…¿Ya van entendiendo? Pero por favor no se preocupen que me esté preparando para predicar sobre la compasión o las también llamadas “virtudes”. Esto no se trata de virtud sino sobre decidir cambiar, o liberarse de alguna manera, de esa configuración predeterminada, la cual es: ser profunda y literalmente egocéntrico, y ver e interpretar todo a través del lente de sí mismo”.
Para liberarnos del ruido hay que liberarnos de ver la realidad bajo nuestra única visión y experiencia y esto, esto se llama empatía.
David Foster Wallace termina su discurso de la siguiente manera:
“Nada de esto se trata de moral, religión, dogma o sofisticadas preguntas sobre la vida después de la muerte. La cuestión aquí, es la vida antes de la muerte. Es llegar hasta los treinta, o tal vez incluso los cincuenta, sin querer dispararse a sí mismo en la cabeza. Es sobre el verdadero valor de la educación, que no tiene que ver con calificaciones o títulos sino con la simple conciencia –conciencia de lo que es real y esencial, tan escondido a simple vista alrededor de nosotros, que tenemos que recordarnos a nosotros mismos una y otra vez:
“Esto es agua.”
“Esto es agua.”
Es inimaginablemente difícil hacer esto –vivir de manera consciente, adulta, día tras día. Lo que significa que una vez más el cliché es cierto: su educación realmente es el trabajo de una vida, y comienza ahora.
Les deseo mucho más que suerte”.
Pueden leer el discurso completo en español en la siguiente liga:
http://circulodepoesia.com/2015/03/esto-es-agua-texto-de-david-foster-wallace/
Pueden ver un video muy bueno en inglés del discurso en esta liga:
https://www.youtube.com/watch?v=XHefxlDUinE