“Si no bajamos sustancialmente la corrupción, habrá un golpe muy fuerte a la esperanza de la gente.”
Con esa frase, Porfirio Muñoz Ledo, unos de los últimos políticos de la vieja guardia, presidente de la Cámara de Diputados y quien le pondrá la banda presidencial a Andrés Manuel López Obrador este 1 de diciembre, urgió al nuevo gobierno a cumplir con una de las principales promesas de campaña, si no es que la principal, acabar con la corrupción.
López Obrador llega a la presidencia de México después de haber aplastado en las elecciones a sus contrincantes al obtener 53% de los votos y 30 puntos porcentuales de ventaja sobre el segundo lugar. El mandato del pueblo fue claro, que se vayan los que nos han gobernado y que vengan otros a gobernarnos. Al 1 de diciembre, López Obrador llega con 63% de apoyo y solo 21% de desaprobación.
El México que nos deja Enrique Peña Nieto, es el peor México posible, la pobreza no ha disminuido, la inequidad se ha profundizado, la inseguridad es cada vez peor, la impunidad es agobiante y la corrupción es rampante.
López Obrador tiene ante sí, una gran oportunidad, una oportunidad tan grande que puede ser contraproducente. Su gobierno tendrá que mejorar lo que hicieron sus antecesores, pero si no lo logra, será un gran fracaso y la muerte de la izquierda política mexicana.
Andrés Manuel gobernará la 15ª economía del mundo, que con el paso del tiempo ha perdido relevancia en el concierto internacional; en los últimos 30 años no ha logrado crecer a tasas superiores al 2 por ciento anual, y en este contexto, es en donde tenían sentido las reformas estructurales que tanto fueron mencionadas desde los 90s y que fue justo con Enrique Peña Nieto que por fin se llevaron a cabo, sin mucho éxito.
De esta manera, un cambio teórico-ideológico en las políticas económicas es necesario para mejorar la situación de más de la mitad de la población que vive en la pobreza y para reducir la desigualdad económica y social que no permite al pueblo de México vivir de mejor manera.
El tránsito de López Obrador por la Presidencia de México tiene que estar caracterizado por el fortalecimiento a la democracia y sería una gran señal si las candidaturas independientes se consolidaran para de esta manera, sea realmente posible que más ciudadanos sin militancia accedan a ser representantes de los ciudadanos.
López Obrador ha prometido no fallarle al pueblo de México y como dijo al jurar la Constitución, en caso de que lo hiciera, nosotros, la nación se lo demandaremos.