Miles de personas caminamos por las calles, sin saber cuál es la realidad de la persona que va a tu lado, puedes imaginarlo si eres observador y te fijas en los rasgos físicos o en las expresiones de la gente, pero más allá de eso no sabemos con certeza que hay detrás del día a día de las personas. Hoy por la mañana me encontré a una mujer de aproximadamente 20 años pidiendo dinero en la calle con un niño pequeño en brazos, me partió el corazón escuchar que no tenía manera de alimentar a su hijo… ¿cómo ayudarla?, ¿con dinero?, ¿con una oportunidad de trabajo?, ¿con un par de galletas que traía en el carro?
De alguna forma tenía que hacer algo y le di lo que pude, después de eso miré el espejo retrovisor y vi a mi hija, una pequeña niña de cuatro años, me alegré tanto por verla sana y saber que ella no pasa los días bajo el sol o sintiendo hambre en su estómago; me asumí afortunada; sí, afortunada de ejercer mi maternidad de la mejor forma posible.
Y cómo no hacerlo, si yo soy parte de un esquema que busca proteger los derechos humanos, que busca la igualdad de las mujeres y su empoderamiento, que busca el respeto y ejercicio de los derechos sexuales y reproductivos de las mujeres, entre muchas otras cosas que…, se desvanecen en sólo palabras y papeleos para justificar un gasto que viene de tus impuestos y los míos. En instantes descubrí que esa joven y yo teníamos muchas más cosas en común de lo que yo pensé.
Analizando mi situación desde la perspectiva que mi trabajo me da como parte del gobierno, hoy sé que muchas personas pisotean el derecho de las mujeres por elegir ser madres trabajadoras en un esquema en donde el periodo de maternidad es visto como unas largas vacaciones. Pareciera ser que todo el sistema se ríe de aquellas quienes pretendemos ser madres, ¿entonces en dónde están mis derechos?, ¿en dónde está todo aquello por lo que he trabajado?
Se pierde en el horizonte o se queda guardado en un cajón junto con el Acuerdo sobre la Nueva Cultura Laboral en la Ciudad de México que anunció con tanto gusto Miguel Ángel Mancera en 2015, sí ese acuerdo donde dice que todas las trabajadoras y trabajadores de base, confianza, estabilidad laboral, enlaces, líderes coordinadores, mandos medios y superiores de la administración pública gozan de una nueva política que concilia la vida laboral con la familiar, y que se dice congruente con estándares establecidos por la Organización Internacional del Trabajo (“OIT”), y que se apega a recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (“OMS”); establece, entre otras cosas, la reducción del horario laboral, quedando de 9:00 a 19:00hrs y en el caso de las madres trabajadoras con hijos o hijas en educación básica de 9:00 a 18:00hrs; y también establece la posibilidad de una extensión en la licencia por maternidad hasta por cuatro meses y medio con el 100 % del sueldo, así como la reducción de una hora laboral para las mujeres que están en periodo de lactancia.
Lo anterior suena bastante bien, ya que los horarios de trabajo en el Gobierno de la CDMX eran interminables, las personas se quedaban en sus asientos hasta ya entrada la noche, lo cual daba paso a las llamadas “horas perdidas”, y ni hablar de las consideraciones para las mujeres embarazadas o para las madres, porque no existían, sin duda el acuerdo da muestra de una mejora en las condiciones laborales de los trabajadores.
Y yo me pregunto sin saber tanto de leyes, ¿cómo ese acuerdo puede beneficiar realmente a los trabajadores del Gobierno de la Ciudad de México?, en primera porque el personal es castigado con el despido por inconformarse por su incorporación a la “estabilidad laboral”, recordando el caso del Inmujeres CDMX que en 2016 despidió a más de 40 trabajadoras y trabajadores, por estar en contra de su incorporación a un nuevo esquema que disminuía su ingreso mensual debido a las contribuciones al Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), sin contar con servicios completos, como el derecho a pensión o derecho a vivienda.
En segunda porque aún hay un gran número de personal contratado por un esquema que se renueva cada trimestre y donde explícitamente se niega relación laboral, sí, has leído bien, los trabajadores contratados por honorarios no son nada en el organigrama, no existen los derechos, acceso a servicios médicos, permisos, licencias de maternidad, vacaciones, préstamos para viviendas y ni hablar sobre algo llamado liquidación.
Para los trabajadores del Gobierno de la Ciudad de México, contratados por honorarios no existe nada, entonces ¿cómo sentirme afortunada cuando mis derechos son pisoteados?, ¿cómo sentirme afortunada cuando pase por amenazas de aborto y no tenía un sistema de salud que me respaldara? Es más ¿cómo sentirme afortunada cuando me sentía culpable por elegir mi vida primero que mi trabajo? Sí, ese trabajo por el cual yo creía poder contribuir a la sociedad y que terminó por demostrarme, que, por lo menos en esta estructura gubernamental, los derechos humanos no son más que una palabra bonita que ayuda a ganar votos.
Pero veamos más allá de nuestras narices, como me decía mi mentor, ¿qué hay de la iniciativa privada? Es cierto, muchas empresas son muy benéficas con sus trabajadoras y trabajadores, tienen seguros de gastos médicos buenísimos y prestaciones muy superiores a la Ley, pero lamentablemente también existe el otro lado de la moneda como el caso de una gran amiga, quien fue despedida después de dar a luz a su segundo hijo. ¿Cuál fue la razón? Ya no era apta para el puesto, ¿Cómo?, ¿una mujer con dos hijos no es apta para el puesto en el cual se desarrollaba a la perfección cuando no tenía hijos?
Escuchando muchas historias, abres los ojos y miras la realidad en la que vives hundida, eres consiente de que a pesar de las muchas luchas que las mujeres han emprendido, no hay una visión congruente de lo que implica ser madre hoy en día, lo que implica a nivel personal y profesional; las madres suelen decir que los hijos toda la vida duelen y que por ellos sacrificas muchas cosas, desde los estudios hasta el desarrollo profesional; pero no, las mujeres no lo sacrificamos, es el sistema el que no se adecua a las necesidades de sus trabajadoras y trabajadores; es verdad que existen leyes y acuerdos, pero, ¿en la realidad son respetados?
Regreso a la imagen de la mujer que me encontré en la calle el día de hoy cargando a su hijo y buscando una oportunidad de trabajo y ¿saben qué? Me encuentro en la misma posición porque no tengo seguridad social, no estoy en una lista de espera para que mi hija acceda a una guardería que el Gobierno de la Ciudad de México debería proporcionarme, porque yo señores y señoras trabajo en una oficina que muy curiosamente promueve los derechos humanos, de los habitantes de su capital social.