Marguerite Duras - Una de las primeras feministas

Perspectivas

Marguerite Duras – Una de las primeras feministas

>Bárbara Rivera Bárbara Rivera
marzo 08, 2019

Tras la lucha del sufragio femenino (mediados del siglo XIX) varios movimientos feministas han seguido la lucha por la igualdad social, laboral, económica y la opresión patriarcal hasta la actualidad.

Muchas mujeres han dejado huella a partir de marchas, arte, música, cine y literatura para crear conciencia en los diferentes continentes sobre la liberación sexual e igualdad de genero.

Las voces no solamente hablan, gritan. Cansadas de haber sido silenciadas por tanto tiempo han logrado, poco a poco, hacer un cambio ideológico, político y social.

El feminismo ha ido tomando fuerza y ha puesto bajo la lupa los problemas que han vivido distintas mujeres de todo el mundo. Esto ha ayudado a dejar la culpa a un lado y saberse importante con derechos. Abriendo paso a la reflexión.

En este artículo hablaré de una mujer con la que quizá muchas de nosotras nos identificamos: Marguerite Duras.

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Marguerite Duras fue una mujer llena de miedos pero libre a pesar de la represión en la que vivió.

Hace unos días llegó a mis manos el libro titulado “Marguerite. Intensidad y dolor de vida”, el cual narra los últimos días de la novelista, guionista, directora de cine francés: Marguerite Germaine Marte Donnadieu.

La historia comienza en un hospital parisino donde ha sido internada de emergencia para someterse a una desintoxicación alcohólica. En la habitación, la escritora se enfrenta a una fatal realidad, pues como no puede beber, llora. Así, desempolva sus recuerdos ante Yann, su joven amante, quien ha cuidado de ella durante los últimos años.

Nacida en Gia Dinh (Saigón), Vietnam en 1914. Estudiante de derecho, matemáticas y ciencias políticas. Su padre murió cuando tenía 4 años y su madre la prostituyó a los 15; historia que cuenta en su novela “El amante”.

Su hermano Pierre la insultaba y maltrataba al decirle que era fea y tonta. Sin embargo, al entrar al Liceo en Saigón, conoció su otredad y se hizo más fuerte para enfrentar inseguridades, injusticias, etiquetas y diferencias sociales que se vivían en aquella época.

“Aún en el salón de clases marcaban (la sociedad) la distinción. Las hijas de los funcionarios en la fila delantera y, por estatus y reglas, mi lugar estaba detrás”. (Pg. 72)

En 1939 se casó con el escritor Robert Antelme, también miembro de la resistencia francesa. Tuvieron un hijo que murió al nacer en 1942.

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Ese primer embarazo, desde el principio, fue difícil. La convivencia con Robert iba mal; creía que me engañaba {…} Una monja entró a mi habitación en la madrugada. Le pregunté dónde estaba mi hijo. Me contestó que estaba envuelto en algodones. {…} Le pregunté qué iban a hacer con él. Incinerarlo. {…} Mi pobre bebé entre llamas, entre humo. La monja me culpó, diciéndome que no supe pujar”. (Buzali, Pag. 27)

Ese mismo año, Marguerite Duras tuvo un amante, Dionys Mascolo, ensayista francés. Tuvieron un hijo, Jean Mascolo.

Los tres; Dionys, Antelme y Duras trabajaron juntos en el Partido Comunista Francés que perseguía la justicia e igualdad. Sin embargo, a ella la terminaron expulsando por “calumniar a determinados miembros del partido”. A ellos, los expulsaron después.

“Los camaradas hicieron ver que en el piso Rue Saint- Benoit se vivía en unión libre. Ella, la escritora, una prostituta. ¿Por qué habita con un hombre sin estar casada? No me bajaron de puta. Pienso que eran unos misóginos. Pero tuvieron la última palabra y fui expulsada”. (Pg. 59)

En sus cuarenta novelas y filmaciones, Duras describe el desamor materno, la alienación social, la destrucción, la violencia y el erotismo con el que vivió toda su vida.

 


Sin importar lo que dijeran Marguerite Duras, escribía, bebía, tenía sexo y fumaba.

Se sentía pequeña, se levantaba. La lastimaban, se levantaba. Y parece que escribía para liberar todo el dolor como una terapia.

Sus frases se me han quedado muy grabadas.

Tantas frases escuchadas. Tantos mensajes. Hechos que se inscriben en cada vena, en cada músculo del ser […] Pienso en el poder de la palabra. En qué se dice sin querer; en lo que se expresa con coraje, con amor, con odio. Hacen bien. Hacen mal. Te determinan. Son el futuro de tu existencia”.  (Pg. 73).

Por último, externo que para esta autora, cada mujer tiene la libertad de vivir como quiera, de hacer con su cuerpo lo que quiera, de ser libre, de vivir sin prejuicios, de vivir sin miedo y sin importar su contexto, puede salir adelante; como Marguerite Duras, como muchas otras mujeres.


 

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