Detras de la licuadora – Las medias verdades de los electrodomésticos [1]
El entorno urbano crea características muy peculiares en términos de gestión de residuos. Proliferan las costumbres que se enfocan hacia lo sencillo, lo práctico y lo rápido. Estamos inundados de bienes de consumo manufacturados en lugares lejanos, comida ultra procesada y cada vez más empaques de materiales no biodegradables con infinidad de componentes y combinaciones posibles.
Un autoanálisis sobre cómo generamos y disponemos de los residuos en el hogar, debe atender una característica: el entorno urbano ocurre en espacios cada vez más pequeños con mayor densidad demográfica. Paralelamente la vida “moderna” nos deja cada vez con menos tiempo para dormir, comer, y transportarse, ya ni hablar de cocinar.
Los programas de servicios públicos de gestión de la fracción orgánica con mucha frecuencia son centralizados. Si es que existe recolección diferenciada, la actividad más común es el transporte hacia instalaciones de composta que pueden atender una ciudad completa: el mejor escenario es que el producto terminado (mejorador de suelo) se conecte con las actividades de mantenimiento y arbolado urbano.
¿Qué pasa con las comunidades?
Es costumbre que la gestión de los residuos sólidos sea responsabilidad de los gobiernos subnacionales, especialmente los municipios, respaldados por el marco regulatorio correspondiente. No es sorpresa que sean raras las actividades comunitarias y vecinales que intenten crear espacios alternativos para la valorización de la fracción orgánica. Algo así como una autogestión que intente conectar con otras actividades tales como los huertos urbanos, la creación de talleres, etc. Una clara oportunidad de borrar de un brochazo prácticamente la mitad de los residuos que se generan en las casas. Si. La mitad.
Convertir esa fracción de los residuos sólidos urbanos en algo por lo menos inocuo y ojalá útil es un acto intrépido y lleno de buena voluntad. Sobre todo donde la jungla de concreto nos aleja de los procesos básicos de la vida y muerte, pasando por las actividades de regeneración y reincorporación que la naturaleza ha utilizado siempre. Un momento así, es valioso por su esencia pedagógica y por ser un acto revolucionario.
Algunas dificultades pueden surgir: ya sea por crear condiciones insalubres por el olvido de las actividades; o simplemente por las bases de convivencia con los vecinos. Es cierto: existe la constante preocupación de que eso innovador que hagamos en nuestras terrazas y otros espacios comunales acarree problemas con los demás. No hay nada que no se pueda ajustar y mejorar.
Los tiempos modernos, los tiempos individualistas
Existe ya un mercado para aquellos inquietos por hacer algo con la “basura”. Para ellos ya dan vueltas por ahí electrodomésticos que prometen atender el mercado de las personas que tienen inquietud.
En realidad son aparatos electrodomésticos para ubicarse en las cocinas de los usuarios, que prometen compostear los residuos generados en la cocina.
Suena prometedor. El mundo de manufactura y venta de artículos está lleno de medias verdades. El consumidor debe empaparse un poco de lo que promete el vendedor y tener una mirada conservadora sobre los milagros que ofrecen.
Cabe destacar que la gran mayoría de los aparatos que rondan los mercados extranjeros ofrecen un aparato que realiza actividades de molienda y deshidratación de los residuos que se pueden generar en una cocina. Ocupan tratamientos meramente físicos, donde no involucra ningún tipo de descomposición cuyo resultado sería transformar la composición del residuo con características útiles como mejorador de suelo. En este caso solamente se obtiene un material estabilizado, que no producirá olores ni atraerá moscas, y que es posible depositar como si fuera un papel o cartón a la bolsa de basura. Pero solo eso.
Dichos aparatos consumen electricidad, y que además con mucha frecuencia tienen piezas que hay que recambiar cada cierto tiempo, como filtros para olores, piezas móviles, etc.
El poder del botón
Tú y tu electrodoméstico. A un botón de distancia de iniciar el proceso se borra la cada vez más frágil interacción con los vecinos. Sin un centro comunitario donde todos ayuden a voltear la pila de residuos, o eche un vistazo a la evolución de las composteras con lombrices californianas.. No más interacción con tus vecinos, no más oportunidades de compartir experiencias, mirarse a la cara y platicar. Más máquinas y herramientas digitales que nos aíslan.
Quizá veamos pronto junto a la licuadora, la cafetera, y el horno de microondas otras creaciones como el extractor de jugos, el cuchillo eléctrico para cortar carnes frías, o el descorchador eléctrico, para añadir a la lista de aparatos casi inútiles, que en un cierto tiempo se convertirán en residuos electrónicos.
Notas
[1] Artículo originalmente publicado en No Es Basura: https://noesbasura.com/2018/09/08/junto-a-la-licuadora-o-detras-de-la-cafetera/