Con una serie de actividades, el Observatorio de Migraciones Internacionales en Honduras (OMIH), adscrita a la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) Honduras, sede Universidad Nacional Autónoma de Honduras (UNAH), organiza en este septiembre una serie de faenas diseñadas para la visibilización de la contribución de los migrantes a la economía nacional. Desde el 3 hasta el 28 de septiembre, diversos expertos en torno al fenómeno migratorio (sus causas y consecuencias en el escenario nacional y global), reflexionan sobre los embates político-xenofóbicos desde el norte desarrollado hacia países subdesarrollados.
Es de hacer notar que en el calendario hondureño, el 3 de septiembre de cada año se celebra simbólicamente el Día del Migrante Hondureño, como una fecha precedente al Día Internacional del Migrante celebrado globalmente el 18 de diciembre (actividad fijada por la Organización de las Naciones Unidas (ONU), desde inicios del tercer milenio, como un recordatorio a labor desarrollada por hombres y mujeres de todo el orbe que a toda costa se internan en territorios gradualmente más hostiles para contribuir de manera decisiva a los sistemas económicos de sus familiares en su lugar de origen, en una lucha contra la adversidad para alcanzar ciertas cotas de progreso.
Bajo mi punto de vista, la desesperanza incubada en los ciudadanos del llamado “tercer mundo” ha sido históricamente la fuente primaria que impulsa a los migrantes a una especie de mudanza forzada; misma que tiene su génesis en países expulsores con altos grados de tolerancia a la corrupción público-privada; regímenes dictatoriales vestidos con pieles de oveja que se granjean la simpatía de ciudadanos afines para mantenerse en el poder “a toda costa”; y la inseguridad ciudadana -magnificada mediáticamente-, que permea sistemas de convivencia armónica y que atenta de forma perniciosa contra la libertad de movimiento en “paz y tranquilidad”.
Por lo tanto, creo que el OMIH (que inició formalmente su trabajo a finales de 2016) puede convertirse en un referente central en el país, que permita tener a la mano mecanismos teóricos-reflexivos sobre el acontecer cotidiano del tema migratorio (tanto de extranjeros en tránsito por el país, como del desplazamiento forzado y la emigración de “catrachos” hacia el exterior, a raíz de un progresivo deterioro de los espacios cívicos armónicos). De manera tal que, se hace impostergable la necesidad de conocer desde el escenario académico posibles rutas para articular políticas públicas multisectoriales orientadas a una verdadera visibilidad y reconocimiento a los migrantes como aquellos seres humanos que transitan muchas veces en caminos de desolación e incomprensión, vilipendiados y que miran en la ecología de los países desarrollados, el “oxígeno” que necesitan para mantenerse a flote.
Por otra parte, si no hay un verdadero y consciente “entendimiento del otro” desde los aparatos paraestatales-entendidos aquí como territorios de tránsito-, y si no se generan verdaderas medidas preventivas de contención del racismo (a todos los niveles socioculturales, hogar, escuelas, sistemas políticos, industrias culturales, etc), las condiciones de xenofobia y rechazo a los forasteros acrecentarán y crearán nuevos muros que separarán a la humanidad una vez más a raíz de sentimientos ideológicos adversos confrontados, en donde se perpetua el llamado maniqueísmo[1], en donde se acentúa la radicalidad entre lo que es bueno y malo y entonces se extreman las políticas de gestión del movimiento migratorio, produciendo entonces una suerte de convulsión paradójica a la “efectiva protección” de los Derechos Humanos de los migrantes en una época de profundas y flagrantes luchas de control geopolíticos que se convierten entonces en escenarios de expulsión de sus habitantes a raíz de abruptas intervenciones de “poderes imperiales” y fuerzas criminales.
En conclusión, los migrantes internacionales deben ser entendidos desde sus espacios de exclusión social de los que proceden; pero también, comprendidos como potenciales actores de la comprensión global hacia el encuentro universal, para encontrar rutas compartidas a problemas compartidos.
Notas
[1] Según la RAE, Maniqueísmo es la tendencia a reducir la realidad a una oposición radical entre lo buenoy lo malo.