Las puertas de las tiendas se abren.
En pocos segundos, una masa llena los pasillos.
Se olvidan los modales y comienza el saqueo.
Jaloneos por aquí, arrebatos por allá.
Una musiquita alegre suena y el video de la estampida humana en un Black Friday de Estados Unidos, da comienzo al documental: Minimalism. A documentary about the important things de Matt D’Avella.
Vivimos en una sociedad bombardeada de publicidad que no solamente nos obliga a consumir lo innecesario, sino que además entramos en un “entorno líquido” (del término mundo líquido que el sociólogo Zygmunt Bauman asigna al estado fluido y volátil de la actual sociedad) en el que nos arrastra la rapidez por eliminar y reemplazar los productos propios por los que salen a la venta.
Trabajamos para ganar dinero y poder comprarnos el celular de moda, el coche del año, la prenda de la temporada. Si hay descuentos, los aprovechamos. El ahora es importante. Si lo adquirido ya no nos satisface vamos por algo “mejor”. Miles y miles de opciones. El marketing hace bien su trabajo. Si algo nos gusta, lo compramos. ¿Para qué? Quién sabe, después le buscamos una utilidad…
Nuestra identidad se ve alienada por la invasión de los medios, y su publicidad, como las revistas, la televisión, los espectaculares, las redes sociales, etc. Ellos nos dicen qué comprar, cuándo comprarlo y por qué comprarlo.
El ser consumidor y poder “contribuir” es requisito para formar parte de la sociedad y quien no aporte no únicamente es excluido… es exiliado. Entonces es, precisamente esta constante locura que nos deja en el ciclo interminable del vacío.
¿Cómo entra entonces, el minimalismo en todo esto?
De acuerdo al Diccionario de la Real Academia Española, el minimalismo es una corriente artística o tendencia que busca eliminar lo superfluo.
Así es. Lo superfluo.
Como estilo de vida, es una filosofía totalmente en contra del consumismo que ayuda a revalorizar las supuestas prioridades, pues estas son subjetivas en cada individuo. Nos libera de la histeria moderna o “el síndrome consumista” que Bauman llama: El exceso, la velocidad y el desperdicio.
El documental Minimalism. A documentary about the important things nos da una idea de cómo viven los minimalistas. Desde artistas hasta científicos. Sin exceso y sin presión social. Todos conscientes de que el consumir es inevitable pero si se hace con intencionalidad los beneficios son mayores en la casa, oficina o en nuestras relaciones.
¿Cuáles son estos beneficios?
Al dejar a un lado el deseo y la impulsividad de adquirir, se van reduciendo las deudas y hay más oportunidad de ahorro para lo esencial. Se recupera el tiempo para hacer lo que realmente se ama y se es más consciente de lo que hay alrededor.
La propuesta de esta corriente es que cada compra tiene un propósito sin apego a lo material., por ende la salud mejora, se vive más ligero y hay un equilibrio emocional. Valoramos más las cosas que tenemos y disfrutamos los momentos que vivimos. Hay más confianza en uno mismo y se es autosuficiente.
En palabras del escritor Leo Babauta:
“Cuando te das cuenta de que esta vida es tuya y es la única que tienes y cuando eso deja de ser una estupidez esotérica, cuando ya no es poesía hippie, cuando el pragmatismo de afirmación se filtra directamente en tus huesos y te das cuenta de que esto es todo. Todo cambia”.
Al final todos buscamos nuestra felicidad en la manera en que más cómodos nos sintamos, sin embargo, me parece importante saber que existen otras maneras de ver la vida, sin tanta saturación, obsesiones y excesos, priorizando la valoración de nosotros mismos en este “mundo liquido” que solo nos enajena.
Referencias
Minimalism. A documentary about the important things. Dir. Matt D’Avella. Catalyst, 2015. Netflix. Web.
Bauman, Zygmunt. Vida de consumo. Fondo de Cultura Económica. 2007. México.