Tocaron el timbre. Ambos nos miramos.
– ¿Esperamos a alguien?
No, respondí y me empecé a quitar los tenis.
Tres portazos.
Nos miramos de nuevo.
Ricardo se levantó del sillón y de puntillas llegó a la puerta. Por cortesía abrimos. Una figura esquelética de dos metros se encontraba debajo del marco. Vestía una túnica negra.
Los tres nos sentamos en el sillón de la sala. La noche pintaba de azul la habitación. Tres suspiros. Tres silencios. ¿Y ahora qué?
-Pues ya rolen la pipa – sugirió la figura. Tomó la pipita transparente de la mesa con sus manos huesudas y después de rellenarla se encendió el tiempo como un reloj de arena.
La muerte sostenía sus palabras. El humo salía por los orificios de su mandíbula. Me entregó la pipa. Le pedí permiso con la mirada. Ella asintió.
Sobre la misma mesa: rollitos de papel, una cajetilla de Marlboro mentolados y la bolsita de marihuana.
-Ya probé su tequila. ¿Tienen mezcal?
Ricardo se levantó para abrir la cantina, sacar y abrir la botella.
Los tres sentados en el sillón. Ricardo del lado izquierdo, la muerte en medio, yo a la derecha.
Tres suspiros. Tres silencios. Tres vasos llenos. ¿Y ahora qué?
Miramos la pared para pintar recuerdos. Rodaba todo sobre la mejilla. Contemplamos. Inhalamos. Bebimos.
La muerte seguía sosteniendo sus palabras. Dejaba salir el humo por los orificios de su mandíbula. Le pasaba la pipa a Ricardo. Ricardo me la pasaba a mí.
Llevamos ya tres cantos de pájaro y aún no se completa el sol, susurró nuestra invitada con voz espesa.
Nos miró a ambos.
-No, le dije, no sabemos jugar ajedrez.
¿Y ahora qué?
La muerte se levantó del sillón. Recogió las colillas. Dejó la vida tranquila por unos minutos. Abrió la puerta para sacar la basura y regresó.
– Llevamos aquí toda la noche, estoy harta y ya debo irme -, nos tomó a ambos de los hombros – sólo me llevaré la pipa -.
Nos paramos los tres en la puerta.
Tres suspiros. Tres silencios. Un portazo.
Ricardo y yo volvimos a sentarnos en el sillón. Miramos nuestra distancia, nuestro vacío.
¿Y ahora qué?
Notas
Este texto fue presentado por la autora en el festival El Arte de Morir a Tiempo en noviembre 2017.
Busco la mejor manera de darle voz al silencio. Pasé de la actuación en obras de teatro a la escritura.Me gusta fotografiar lo que la rutina esconde, escribir mis sueños para convertirlos en cuentos y componer canciones.
Colaboro en Gestión Cultural y creo fielmente que el arte es un excelente antidepresivo.