Las culturas prehispánicas y su legado son, sin temor a equivocarme, el mayor patrimonio que nos preciamos de poseer. Aquel encuentro de los dos mundos, que precedió a los viajes de Colón, permitió conocer la vida, el esplendor de la cultura, la riqueza del paisaje y de los recursos naturales, así como el vigor de unas civilizaciones que durante milenios habían habitado el lado occidental del planeta, tomando como referencia, claro, al Viejo Mundo.
Lo que siguió al arribo de los conquistadores tiene, a manera de síntesis dos lecturas. La primera, haciendo uso del texto clásico de Fray Bartolomé de las Casas, la destrucción de las Indias; la segunda, que sirvió de respuesta a esa leyenda negra, el arribo de la civilización, la fe y el término de la barbarie.
Ahora los estudios históricos nos permiten colocarnos en un punto intermedio; no podemos negar el brutal choque de culturas ni la violencia que acompañó al contacto, pero menos podemos restar importancia a lo que significó la incorporación de las nuevas tierras a la corona de Castilla.
Esa incomprensión, natural, entre conquistadores y sometidos, derivó en la desaparición de innumerables fuentes que nos permitieran conocer cómo había transcurrido la vida de las culturas prehispánicas. En este sentido, muchas de las referencias que llegan a nosotros provienen de testigos europeos. Conquistadores, frailes, viajeros y funcionarios se ocuparon por registrar las noticias que llegaban a sus oídos. Gracias a esos testimonios es que conocemos la grandiosidad de nuestro pasado prehispánico.
La arqueología haciendo uso de los vestigios materiales que afortunadamente no fueron objeto de destrucción, nos ha sorprendido y lo seguirá haciendo. Hombres y mujeres se han mostrado inclinados a rescatar, literal de entre los escombros y la profundidad de la tierra, los vestigios que dieran voz y razón de nuestros antepasados.
No obstante aun con sus esfuerzos lo cierto es que todavía sabemos muy poco de nuestras culturas prehispánicas y mesoamericanas –hago esta distinción pues el concepto de Mesoamérica es producto del aporte del filósofo, etnólogo y antropólogo alemán Paul Kirchhoff, sin embargo existe una serie de expresiones prolegómenas y anteriores que no se pueden comprender bajo este marco conceptual.
En un intento por hacernos más conscientes de nuestro pasado prehispánico, permítanme compartir con ustedes algunos hechos y datos que, espero, nos ayuden también a terminar con una serie de mitos e imprecisiones que varios alguna vez hemos compartido. Por ejemplo, la cultura olmeca fue la primera en lograr un tránsito a la sociedad estatal, suponiendo una data de más de 700 años, esto lleva a concluir que mucho de lo mesoamericano provino de los olmecas.
De mayor provocación podría ser la sugerencia de que la olmeca, fue una cultura madre, pero acaso podemos matizar esto definiéndola como la “partera” de la civilización mesoamericana. Sobre sus expresiones es importante decir que las cabezas colosales no representan cosa más que una idealización del jaguar (por ende no podemos pensar que así lucían los olmecas) y, más aún, estos no son los únicos vestigios que nos legaron. Su escultura tridimensional es realmente imponente. Tan esplendorosa fue la cultura olmeca que los mexicas conservaron sus reliquias.
A veces se nos olvida también, que en otras latitudes se desarrollaron grandes culturas que no necesariamente son poseedoras de un nombre específico, por ejemplo, las avecindadas en la costa del Golfo que datan, incluso, del año 7000 antes de nuestra era. Para ellas los animales desempeñaban un papel religioso, además desarrollaron importantes rutas de comunicación, impulsaron la agricultura de terraza y también destinaron un lugar específico para el descanso de los muertos.
Asimismo, podemos mencionar a las culturas del Occidente, amplio panorama geográfico y lingüístico, quienes trabajaron los fósiles. Imagínense entonces cuan ancestrales son. Por cierto, en las representaciones del juego de pelota de estas culturas hay presencia femenina, ¡porristas!
Su mayor medio de expresión fue la cerámica y este material nos da cuenta de escenas de la vida cotidiana como procesiones funerarias, vale decir que también desarrollaron entierros en estructuras de tiro y cámara. Qué decir de los zapotecos, los hombres de las nubes. Esta cultura presenta gran número de juegos de pelota y nos legaron, ni más ni menos, que Monte Albán.
Los mayas, al ser referente icónico, y del todo atractivo, han dejado en la sombra a otras culturas que no les pedían nada en grandeza y desarrollo. México-Tenochtitlán al haber caído ante los conquistadores ha sido otro referente. Los invito a no quedarse hasta aquí, sino conocer más de nuestro pasado milenario y sentirnos muy orgullosos de contar con una historia fascinante y ancestral como rica y presente en muchas de nuestras tradiciones, ritos y costumbres.
Si logré llamar su atención, los invito a que acudan a la videoteca de la Academia Mexicana de la Historia y, sobre este tema, consulten el diplomado Historia de las culturas prehispánicas, que consta de catorce sesiones, pues en ellas uno se da cuenta de este legado prehispánico, que sin duda, es orgullo nacional.

Estudió la licenciatura en Economía en la Facultad de Economía-UNAM; cursó la maestría en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras-UNAM y realizó el doctorado, también en Historia, en El Colegio de México. Se desempeña como secretaría técnica y coordinadora de contenidos docentes de la Academia Mexicana de la Historia, Correspondiente de la Real de Madrid, A.C.

Estudió la licenciatura en Economía en la Facultad de Economía-UNAM; cursó la maestría en Historia en la Facultad de Filosofía y Letras-UNAM y realizó el doctorado, también en Historia, en El Colegio de México. Se desempeña como secretaría técnica y coordinadora de contenidos docentes de la Academia Mexicana de la Historia, Correspondiente de la Real de Madrid, A.C.