La música de la adolescencia es la que queda grabada profundamente y para siempre en mentes y corazones a lo largo de nuestras vidas. Lo que sucede en este periodo, es lo que da forma a los gustos, pensamientos y actitudes que nos acompañarán en adelante, y que se manifestarán en cada oportunidad que tengan para seguir contribuyendo al desarrollo de nuestra personalidad. Asimismo seguirá transformándose hasta llegar a un punto en el que las características creadas en esa época de descubrimiento queden fijas en lo que somos y seremos para siempre.
Para mí esa época transcurrió al final de la década de los 90 y principios de los 2000. Para cualquiera que se vanaglorie de saber un poco de música sabrá que este fue el periodo en que las llamadas bandas alternativas estaban en su apogeo. Término acuñado para deficientemente describir toda la música que comenzaba a permear el mainstream nacional originario, en su mayor parte, en Europa y Estados Unidos como grunge, britpop, ska y otros cuantos géneros, así como el periodo de incubación y consagración de muchas de los grupos de rock, o artistas que como describí, marcaron nuestra adolescencia de forma indeleble, tales como Oasis, Blur, Radiohead, Garbage, Pearl Jam, Nirvana, y el objeto de esta nota, The Cranberries y su encantadora vocalista Dolores O’Riordan.
Sé que podría parecer que lo estoy inventando, pero mes y medio antes de enterarme por las redes sociales que la admirada Dolores O’Riordan había fallecido inexplicablemente en Londres el pasado 15 de Enero de 2018, mientras grababa las voces para una banda de Los Angeles llamada Bad Wolves que producía un cover de “Zombie” (una de las canciones más conocidas del cuarteto), desenterré la vieja colección de CD´s de mi juventud que se encontraba almacenada y perdida en numerosos cajones a lo largo de mi departamento. Dispuesto a digitalizarlos para poder escucharlos desde mis dispositivos electrónicos favoritos, me encontré con los 4 discos de The Cranberries que poseo: Everybody Else Is Doing It, So Why Can’t We? (1993), No Need to Argue (1994), To the Faithful Departed (1996), Bury the Hatchet (1999).
Los escuche de principio a fin, como solía hacer con todos mis discos tiempo atrás, antes de la obsesión de la industria musical por los sencillos. Cuando la popularidad de una banda se reconocía por la cantidad de discos vendidos y no por las reproducciones de una sola canción. Reconocí en el sonido… todo el estilo y el ambiente que se respiraba en mi adolescencia y juventud. Cuando todo mundo quería tener una banda de rock e incluían Zombie en su repertorio, aunque no todos podían contar con una vocalista. Como en la preparatoria el amigo que llevaba su guitarra a la escuela era la estrella de los momentos entre clases porque podía tocar «Zombie», «Dreams”, “Linger” o “Animal Instinct” de forma acústica y alegrar la tarde de todos los congregados (el sonido era sumamente parecido a la pista original), pues en esos tiempos no se necesitaba más que una guitarra para reproducir el fondo rítmico de tu canción favorita y una voz entonada para cantar la melodía.
En aquel entonces las bandas eran reales, hablaban de los sentimientos verdaderos y tangenciales de sus integrantes. Los autores eran personas comunes que tuvieron la fortuna de encontrar en la música los medios para salir de la tristeza y monotonía de sus entornos. Y vaya que Dolores lo sabía.
Creció en una pequeña casa en un pequeño pueblo de Limerick, Irlanda; fue la menor de 7 hermanos, vivió de la agricultura, sufrió abuso sexual durante 4 años cuando era una niña de 8 años de edad, por parte de una persona de confianza de su familia. Creció en la época más desesperanzadora de Irlanda, cuando para una generación completa de jóvenes era complicada la forma de perseguir sus sueños por la falta de oportunidades laborales reales, en medio de la lucha del IRA (Irish Revolutionary Army) por la separación de Irlanda del Norte del Reino Unido, y la integración de una sola Irlanda por medio de ataques terroristas a la población civil británica. Uno de sus ataques en 1993 inspiro la tan famosa y mencionada canción de “Zombie”.
Eso era Dolores, esos eran The Cranberries. Un grupo que tuvo la fortuna de juntarse en 1990, y de adicionar a Dolores como su vocalista principal. En 4 de sus 7 álbumes de estudio los compañeros de banda de Dolores siempre estaban sentados, mientras ella en posiciones de apariencia descuidada y natural a la vez, nos distraía de pensar en el verdadero poder de la voz de una vocalista de su talla. Veíamos a 4 ordinarios amigos en la sala de su casa hablando de su futuro y planeando la siguiente “tocada” frente a sus amigos en el bar que les había dado el chance de presentarse.
No tuvieron la oportunidad de ser tan grandes como sus compatriotas de U2, pero les aseguro que sus canciones están grabadas en el ADN de todos los que crecimos en esa época. Más de 40 millones de discos vendidos a lo largo de su carrera. Su álbum debut vendió 5 millones de copias solamente en los Estados Unidos. Llegaron justo cuando la industria musical encontró la forma de hacer masiva ese género en el que se olvidó por unos cuantos años de las grandes producciones, brillo en las chamarras de cuero, grandes peinados, conciertos llenos de entretenimiento exuberante y ficticio, y nos regalaba los Unplugged de MTV.
Los videos que el canal de televisión pasaba eran un recurso sumamente valioso, tanto, que nos educaron (por así decirlo) en la música como ninguna estación de radio del país lo pudo haber hecho.
De regreso a esos años me encuentro en estos momentos escribiendo el presente texto no tanto como fan de Dolores, sino como parte de una generación que encontró, en una época de la que ella fue precursora y princesa, un punto de encuentro que duraría toda una vida. Que nos acompañó en nuestros Walkmans o Discmans ya sea solos o compartiendo los auriculares con nuestro mejor amigo en las tardes después de clases.
Aunque la banda como tal no estuvo activa en la década de los 2000 cuando el indie gobernó y recién comenzaba a salir de gira nuevamente en esta década cuando la gente ya no escucha lo que los grupos tienen que decir. Pareciera que The Cranberries y Dolores pasaron a ser olvidados por todos, pero es en este preciso momento que nos damos cuenta lo cerca que en realidad están de nosotros.
Basta oprimir el botón de play para que una ola masiva de recuerdos nos vuelvan a la mente. La voz de Dolores es muy característica; única, torturada y a la vez tan dulce, que el simple hecho de escucharla nos daba la impresión de que todas las posibilidades estaban abiertas a nuestra disposición… esperándonos. Porque nos cantaba: Oh my life is changing everyday in every possible way. Y nos decía que no era nuestra imaginación, que podíamos seguir nuestros sueños.
Su último disco fue una compilación de los mejores éxitos grabados de forma acústica junto a un cuarteto de cuerdas de la Orquesta de Cámara de Irlanda. En él pueden escuchar a la Dolores O’Riordan que aquí les describo. A la persona real que padeció en su infancia, sufrió anorexia ante la repentina fama, aquella que fue madre de tres hijos, se divorció de su pareja tras 20 años de relación, quien fue diagnosticada con desorden bipolar desde 2014.
La autora que nos regalaba sus sentimientos, su voz y su esperanza en todas sus canciones. El disco se llama Something Else. Dense el tiempo de escucharlo y de reconocer en él, el último trabajo de una artista que con su partida le agrega otro escalón al principio del fin de la influencia de toda esta generación de artistas con los que crecimos, el cual empezó, desde mi punto de vista, con la muerte de Chris Cornell y otros artistas de la época.
Poco a poco irán convirtiéndose en los clásicos de los clásicos y el mundo regresará a ser dominado por los artistas prefabricados, por los éxitos de clubs y por la música diseñada para vender. Tendrá que pasar de nuevo toda una generación y revolución musical para que volvamos a escuchar realmente las letras de las canciones, la vida y el alma de los cantantes en cada una de las notas de sus discos completos encerrados en nuestras habitaciones pensando en cómo alguien que no te conoce puede describir tan bien el sentimiento que se siente cuando se es adolescente.
Descanse en paz Dolores O’Riordan, hasta siempre.