Cuántas cosas podrían pasar, si por pura curiosidad nos animáramos a explorar aquello que no conocemos o ignoramos.
¡¿Hace cuánto fue la última vez que nos vimos involucrados en alguna actividad nueva y diferente, y por qué no, hasta divertida?!
Considero que la chispa que aviva nuestro ser, nos permite animarnos a ir más allá de lo común, de lo habitual, de lo que conocemos y consideramos “seguro”.
Existen muchas actividades que dominamos, y aunque no necesitan mayor atención, les dedicamos todo nuestro enfoque porque en el fondo nos resulta sencillo. A menudo vamos por la vida con mucha prisa; que si el trabajo o los estudios, y dejamos pasar momentos irrepetibles… el tiempo que se va, no regresa.
Vamos como ciegos por el mundo; ya sea, porque la sociedad o las tendencias exigen de nosotros seguir un modelo o patrón. Vamos como aquellos caballitos tras la zanahoria. Imaginen la gráfica; el caballito va tras una zanahoria que alguien más puso en frente.
Así vamos, tras algo que muchas veces no nos nace y en el apuro de conseguirlo dejamos de ver más allá pero sobre todo, abandonamos lo que realmente queremos y anhelamos ya sea consciente o inconscientemente. Miren ustedes, aquel caballito podría comer pasto o alfalfa, o bien, seguir otro camino, pero no lo hace porque lo único que puede ver es la zanahoria que tiene en su nariz.
En este caminar sin pausa estamos dejándonos a nosotros mismos para mañana o para después. Olvidamos apreciar el momento de nuestro ahora, en el que todo pasa, en el que tenemos el poder de hacer realidad nuestros sueños y por pausarnos o no prestar la atención necesaria, perdemos la valiosa oportunidad de tener un mañana mejor, que de pronto, es aquel en el que podríamos vivir sin ataduras y gozar a plenitud.
Nuestra vida cambia en el mismo instante en que tomamos acción sobre las riendas de nuestra vida y empezamos a ser protagonistas ¿Cómo?, se puede iniciar cuando decidimos sobre qué nos hace bien y tomamos compromiso; no con un tercero pero sí, con uno mismo.
Nuestras decisiones marcarán nuestro destino, serán la causa para tener aquello que soñamos. Somos sencillamente el resultado de las decisiones que tomamos y de las que no. Nuestra vida no es el resultado de las circunstancias, sino de las acciones y actitud que tomamos frente a ellas.
Para empezar, podemos desempolvar aquellos sueños que han quedado guardados en nuestro interior que muchas veces por miedo o por descuido dejamos de lado. Dos o tres es un buen número para empezar a trabajar.
Cuántos queremos mejorar nuestra salud pero como estamos cómodos en nuestro sofá o “muy ocupados” en múltiples ocupaciones (y a esto le sumamos la frase que repetimos constantemente: “no tengo tiempo”), lo posponemos para “más tarde”, al hacerlo estamos procrastinando.
Entonces, perdemos la irrepetible oportunidad de hacer algo nuevo y diferente, desde dar una caminata y disfrutar del paisaje, hasta conocer gente nueva, y tristemente nos quejamos de que la salud no mejora, hemos subido de peso, o incluso, de que estamos solos. He ahí nuestra cotidianidad que habitualmente pasa por nuestra nariz sin verlo, lo dejamos pasar.
Por tanto, es nuestro deber el conseguir el motor que haga querer levantarnos todas las mañanas con buena actitud y ganas de ir más allá. Cada vez que nuestra opción sea desechar aquello que realmente queremos hacer, pensemos ¿cuál sería el precio a pagar si no nos ponemos en acción?
Hoy es el momento perfecto para empezar, por pura curiosidad: ¿Qué tienes en mente?