Este 9 de agosto, como cada año, los pueblos indígenas del mundo celebran su día en una constante e incansable lucha por conquistar espacios o abrir avenidas que les han estado cerradas para su completa integración en los diversos espacios de la vida en comunidad a nivel planetario. Cabe subrayar que esta efeméride tiene su origen en la resolución A/RES/49/214 del 23 de diciembre de 1994; misma que surge y se aprueba en el seno de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) como un impulso global a las políticas antirracismo.
Para empezar, es importante recalcar que los pueblos indígenas, a través de la historia moderna se han visto relegados de los espacios de toma de decisiones para propiciar su desarrollo, a raíz de brutales, pero encubiertas prácticas de neo colonización, en donde grupos de poder, tanto políticos como económicos han buscado sutiles maneras de expulsarlos y controlar las ecologías de vida de estos pueblos originarios que se ven impelidos entonces a buscar mejores oportunidades de vida en zonas urbanas o países extranjeros, incrementando su grado de vulnerabilidad debido a adversidades como el lenguaje, color de piel, religión, baja escolaridad y reducido nivel de liderazgo para el cambio social (debido a prácticas clasistas discriminatorias de acceso en igualdad de condiciones a plataformas locales, nacionales y globales de toma de decisiones).
Pienso que, el solo hecho de que la Asamblea General de la ONU, a través la Resolución A/RES/71/178 en la que declara el 2019 como el “Año Internacional de las Lenguas Indígenas”, es una importante herramienta de visibilidad para estos estratos humanos, pero además es un llamado a la acción de los estados para aperturar espacios que posibiliten la integración efectiva, para que estos grupos sociales puedan desarrollar sus potencialidades en espacios libres de estigma y abiertos a las contribuciones culturales indígenas.
Bajo mi punto de vista, el diálogo intercultural debe formar parte de las políticas públicas de los estado-naciones a fin de preservar y fomentar estos valores humanos y culturas indígenas en los más diversos y variados espacios, desde el deporte, hasta la ciencia y tecnología.
En Honduras por ejemplo son ocho grupos indígenas que habitan el país, mismos que en cierta forma y por cuestiones culturales, educativas y estructurales no se han podido amalgamar y cohesionar en un todo indígena para afrontar los crecientes desafíos de la globalización de la vida humana y afrontar los mismos desde una visión particular para una contribución decisiva y reorientadora a la cultura y el desarrollo universales.
Por otra parte, aunado a estos factores adversos hay que hacer notar el desplazamiento forzado al que se ven sometidos estos grupos sociales debido a la violencia generada por diversos grupos delictivos para amedrentarlos y expulsarlos de sus hábitats originarios; en ocasiones con cierta complicidad de autoridades políticas y de seguridad.
El hecho de que este segmento humano constituya más del 5% de la población mundial (370 millones de personas aproximadamente, de acuerdo a datos de la ONU), debe motivar y activar sistemas educativos-socioculturales que promuevan y fomenten la integración plena en una humanidad única y que posibilite el respeto a los derechos humanos de éstas personas en un mundo turbulento debido a crecientes políticas xenófobas a escala planetaria.
Finalmente, esta fecha conmemorativa debe servir como un escenario propicio para la reflexión en torno al papel que juegan y deben desempeñar los pueblos indígenas en la construcción del mundo contemporáneo, en donde primen la autodeterminación, el respeto y promoción de las culturas locales, así como la gestión del desarrollo en base a los códigos de vida indígenas vigentes, con necesarios y obligados procesos de asesoría por parte de sectores gubernamentales y extra gubernamentales para un entendimiento global de la realidad, pero que al mismo tiempo sirvan como puentes para el encuentro y la entronización a una cultura global.

Maestro en Comunicación por la Universidad Iberoamericana (UIA), Ciudad de México. Profesor de Periodismo en la UNAH.
Ha sido colaborador de medios informativos en la Ciudad de México y Honduras, así como para organizaciones promotoras de los Derechos Humanos como el Programa de Voluntarios de las Naciones Unidas y Centro de Atención al Migrante Retornado.