Rusia 2018 es uno de los mundiales que más controversia ha creado en las últimas ediciones de este gran evento deportivo. Si bien hemos hablado más de problemas extra cancha que del juego más hermoso en sí, recordemos que queremos mostrar la otra cara de esta justa deportiva. Si quieres revisar las anteriores entregas de este análisis puedes encontrarlos aquí. (Rusia 2018- Hooligans y Putín y Rusia 2018 – Más que una justa deportiva).
En está última parte hablaremos de algo que ha hecho que el mundo voltee a Rusia durante los juegos de futbol, el racismo hacia jugadores extranjeros y sobre todo, a aquellos provenientes de Latinoamérica y África.
La historia de racismo del fútbol ruso no se puede borrar.
«No hay racismo en Rusia, porque no existe.»
Estas palabras fueron dichas por Alexei Smertin en 2015. En febrero de 2017, Smertin fue seleccionado para dirigir una investigación sobre el racismo en el fútbol ruso.
A pesar del muy criticado reclamo de Smertin en 2015, el fútbol ruso ha estado marcado por las persistentes denuncias de racismo por parte de los fanáticos. En 2013, Manchester City se quejó después de que Yaya Touré fuera objeto de cánticos de mono entre la multitud durante un partido de la Liga de Campeones contra el CSKA de Moscú.
Hubo numerosos casos en que los fanáticos arrojaron plátanos al campo, mientras que el delantero brasileño Hulk dijo que había sido el blanco de los cantos racistas de la multitud en «casi todos los juegos» que jugó en el Zenit de San Petersburgo. «Si (el racismo) ocurre en la Copa del Mundo, será realmente desagradable y realmente feo», dijo Hulk en 2015. Por lo general, sucede cuando los clubes rusos juegan y no sale al mundo, luego entonces, el mundo no se entera de esto.
«Debo decir que casi todos los juegos veo que esto sucede. Solía enojarme, pero ahora veo que esto no ayuda, así que solo mando un beso a nuestros fanáticos y trato de no enojarme», comenta HULK
Mientras que Smertin ahora dice que «pondrá todo su empeño en mantener el racismo y la discriminación fuera de la historia del fútbol en su país», la FIFA no refleja las palabras. En septiembre del año pasado, la FIFA disolvió su grupo de trabajo antirracista diciendo que había «cumplido por completo su misión temporal».
¿Problema resuelto? Pronto lo descubriremos, pero cualquier incidente de este tipo podría estropear terriblemente el evento.
El equipo nacional ruso, en su nivel futbolístico más bajo
El Campeonato Europeo de 2016 le ofreció a Rusia la oportunidad de mostrar su capacidad como nación futbolística, separada de la política del país o los problemas que enfrentaría en la organización de una Copa del Mundo.
La selección rusa vio como esta oportunidad se diluía dramáticamente, logrando solo un punto de sus tres juegos de grupo y ofreciendo una serie de actuaciones para el olvido.
Esta deplorable participación ocasionó que los fanáticos, más que frustrados, iniciaran una petición en línea pidiendo la disolución de todo el equipo, exigiendo a la Federación Rusa de Futbol «romper con todo el equipo ruso en su forma actual, ya que no había cumplido con las expectativas».
Si las amenazas de los entusiastas fanáticos en línea fueron fácilmente descartadas para los jugadores entrenadores, quizás las palabras del propio Putin fueron más difíciles de ignorar.
Habiendo perdido un amistoso con Qatar por 2-1, Putin dijo que «para ser sincero, no hemos visto un juego bello del equipo nacional durante mucho tiempo».
Rusia se encuentra actualmente en el puesto 61 en los rankings oficiales de la FIFA, el más bajo desde que se creó el ranking, debajo de Australia, Uzbekistán y Panamá. Si no se le hubiera otorgado acceso automático al torneo como anfitrión, parece poco probable que Rusia se hubiera clasificado para el torneo de este año.
Si bien la presión sobre la nación de origen no será tan fuerte como en Brasil 2014, no se tolerará una vergüenza nacional y, lamentablemente, en la Copa Confederaciones del año pasado, el accionar del seleccionado ruso no mejoró en lo absoluto respecto a la Euro 2016. Lo cual deja grandes dudas y pocas ilusiones en un país que quiere mostrar otra cara al mundo y un presidente que ve en el fútbol, la gran oportunidad política que Rusia había esperado desde la Guerra Fría. Una Copa del Mundo en la que, como bien sabemos, extrañamente Estados Unidos no participará.