Viaje por el México de mis amores | LandingMx

Cuando pienso en un viaje, el solo el hecho de imaginarlo es, para mí, un deleite, independientemente si ya lo he realizado o está por concretarse, si es un fin de semana o un mes completo, si voy con amigos, sola o con la familia, si tengo que organizar la ruta o apegarme a un itinerario, en fin, es de esas alegrías en las que el alma indudablemente participa.

Si a lo anterior le agrego que soy una fanática de México, el pensar en el viaje se vuelve una fiesta para mis sentidos; todo es multicolor, hay explosiones de sabores en mi memoria y notas musicales que reconozco desde muy chiquilla, los aromas inundan el espacio y mis manos pueden incluso sentir la magia de tocar una artesanía.

Tengo espíritu viajero, alma aventurera, paladar atrevido y algunos prejuicios muy bien guardados en un viejo cajón que cerré al cumplir mis “treinta”. Conozco muy bien las manías que me acompañan y que pueden tolerar las personas con las que comparto un viaje. Va siempre conmigo una lista mental de aquellos amigos que están invariablemente dispuestos a descubrirse y reinventarse por un par de días o un mes completo si fuese el caso.

Tengo, en resumen, un romance no muy largo pero estable con mis queridos viajes; y como toda relación, necesita inversión.

Es aquí donde al revisar la cuenta bancaria decidí que tal vez sería buena idea empezar por mis alrededores, y lo agradezco mucho, ya que de lo contrario hubiera comenzado por  experimentar en otros países, sin regalarme la posibilidad de descubrir y compartir mis raíces desde el corazón.

Hoy he decidido recorrer mi país entero, descubrir cada rincón de selva, mar, desierto y montaña; dejarme embriagar por esas miradas limpias y honestas de mexicanos amantes de su tierra. Perderme en las noches llenas de estrellas y volverme a encontrar en un café de olla recién hecho.

Compartir un delicioso “queso relleno” con aquella amiga que sabe de la última tontería que me permití en “nombre del amor” y reírnos incontrolablemente hasta que algún turista nos observe intrigado. Detenerme y cerrar los ojos a la mitad de la plaza donde una orquesta tiene a bien tocar “La Sandunga”, canción que me transporta a la vieja casa de los abuelos en Oaxaca.

Es poco lo que he recorrido y mucho ya lo que recuerdo.

México me ha enamorado, he caído a sus pies, he contemplado sus majestuosas pruebas de amor representadas en construcciones que van más allá del tiempo, he analizado  la belleza de atardeceres con los que me conquista una y otra vez, y me ha demostrado que sin tanta inversión puedo vivir historias inimaginables.

México es místico, México es mágico, México es mío, mío y de todos los que tienen el deseo de dejar a un lado la abrumadora rutina por un rato y soñar, soñar despiertos.

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