«Las historias de los niños perdidos son la historia de una infancia perdida. Los niños perdidos, son niños a quienes les quitaron el derecho a la niñez. Sus historias no tienen final»
Valeria Luiselli
«¿Por qué viniste a los Estados Unidos? Ésa es la primera pregunta del cuestionario de admisión para los niños indocumentados que cruzan solos la frontera de México con Estados Unidos, huyendo de la violencia en los países del Triángulo Norte de Centroamérica, región comprendida por Guatemala, El Salvador y Honduras, así también como de México, las niñas y niños corren el riesgo de ser víctimas de abuso por contrabandistas y cárteles de la droga»
Al escuchar la expresión «vidas devastadas y rotas», uno se imaginaría fácilmente a una persona adulta enferma, un ser humano que no controlando sus impulsos destructivos se ha dejado llevar hacia una vida de abandono, vacío existencial, sin nadie a su lado en quien confiar y pedir ayuda. Pero el caso de los niños que migran hacía los EU, ya sea buscando el encuentro con un conocido o ser querido, una madre o un padre u otras motivaciones para abandonar sus lugares de origen, están marcados por una terrible realidad: la violencia cotidiana, la pobreza, el abuso y la explotación.
Niños indocumentados, niños migrantes, niños refugiados, «niños no acompañados», niños a veces sin hogar, hijos de una comunidad ausente que como a perros, los ha abandonado a su propia suerte. Niños tirados a la calle con un puntapié por una sociedad incapaz de ofrecerles la oportunidad de vivir como seres humanos dignos, solo por el simple hecho de ser niños y existir. Un derecho que habrán de ganarse con mucho sufrimiento a lo largo de un recorrido lleno de miedo, dolor, secuestros y violaciones, cuando no el encuentro con su propia muerte.
Organismos Nacionales e Internacionales como la CNDH ( Comisión Nacional de Derechos Humanos y la CIDH ( Comisión Interamericana de Derechos Humanos ) documentan en distintos informes unas cifras, que nada más al leerlas sorprenden por la brutalidad de lo que significan: «el 80% de las mujeres y niñas que cruzan el territorio mexicano para llegar a la frontera con Estados Unidos son violadas en el camino, entre abril y septiembre del año 2010, 11,333 migrantes fueron víctimas de secuestro y algunas fuentes estiman que desde 2006 han desaparecido más de 120 mil migrantes en su tránsito por México.» Así de terrible.
El racismo, las ideas intolerantes y sectarias, el fundamentalismo religioso, el crimen organizado, la corrupción del sistema de gobierno, el miedo al otro en condición de riesgo y sin un diálogo que nos vincule a entender su propia realidad, son algunos de los principales factores que dificultan la ayuda que nos permita superar juntos lo que el Estado y su clase política son incapaces de resolver.
Un plan antiinmigración llamado «Programa Frontera Sur» que ha significado la normalización de la deportación masiva de inmigrantes centroamericanos de territorio mexicano, el mismo resultado obtenido por el «Priority Juvenile Docket» dirigido a migrantes menores de edad del anterior gobierno de Barack Obama, que redujo a 21 días el tiempo para conseguir un abogado que defienda su caso o correr el riesgo de ser deportados a su país de origen.
Las dificultades para tener acceso a una representación legal es la diferencia entre ser deportado o aspirar a conseguir un estatus migratorio legal, lo que compromete así el debido proceso de los más de 102 mil menores indocumentados que cruzaron la frontera entre abril de 2014 y agosto de 2015 según la Oficina de Inmigración y Aduanas (ICE) son sede en Nueva York, hecho que rápidamente fue considerado por el gobierno estadounidense como una «Crisis de Refugiados». ¿Refugiados de guerra? ¿De la guerra contra el narco? Un término bastante incómodo para algunos gobiernos entre ellos el mexicano.
Alan Kurdi, el niño de 3 años cuya fotografía yaciendo boca abajo a la orilla de una playa en Turquía y que recorrió el mundo entero mostrando la terrible realidad de la crisis de refugiados en Europa, nos hizo reflexionar sobre las condiciones de vida que millones de personas sufren día a día en algún lugar del mundo, al dejar sus lugares de origen y enfrentar los peligros ya sea del Mar Mediterráneo, el Río Bravo o el desierto en el sur de los Estados Unidos, cementerios de miles de cuerpos ahogados y enterrados junto con nuestra consciencia de este drama humano. Nuestro corredor de la muerte, nuestros niños muertos, nuestros «huesos en el desierto» y una larga herida que no deja de sangrar.
¿Cuál es el destino que les espera a los migrantes que sí sobrevivieron? ¿Cuántos son los niños que no han sobrevivido a este viaje? ¿Cuáles son sus nombres? ¿Y las historias aún no contadas…? ¿Y esos niños desaparecidos…? ¿En dónde están?
Referencias
Página en Internet de la Organización de Estados Americanos («OAS» por sus siglas en inglés): http://www.oas.org
Página en Internet de la Agencia de la ONU para los Refugiados («ACNUR» por sus siglas en inglés): https://www.acnur.org
Página en Internet de la Oficina de Washington en Latinoamérica («WOLA», por sus siglas en inglés): https://www.wola.org
Valeria, Luiselli. (2016). Los niños perdidos (Un ensayo en cuarenta preguntas). México: Sexto Piso.