Desde hace 141 años cuando se inventó el teléfono (1876) y el fonógrafo (1877), cuya nueva y excéntrica tecnología era un lujo exclusivo para los más ricos.
En la época de la posguerra, alrededor de 70 años después, cuando el uso de los electrodomésticos enarbolarían el nuevo modo de vida y la abundancia de una nación como Estados Unidos que recién se proclamaba como la nueva potencia vencedora ante el mundo, fue que los aparatos tecnológicos de la época se convirtieron en parte fundamental en cada hogar.
Su propósito, por supuesto fue el de mejorar la vida y ayudar a las personas a que llevasen a cabo labores diarias de una manera más rápida y sencilla. Desde esos años, hasta nuestros días, la tecnología ha evolucionado a pasos agigantados. Permitiéndonos hacer cosas que nuestros abuelos o sus abuelos jamás hubieran imaginado.
Sin embargo, desde la invención y comercialización de los llamados smartphones (teléfonos inteligentes en español), a partir del año 2000 la premisa tecnológica de ayudar a la humanidad a mejorar y hacer más sencilla la vida, se volvió más difícil de comprobar. Si bien, los smartphones se convirtieron en la máxima definición de la tecnología aplicada, por origen siguieron siendo tan solo teléfonos; aparatos electrónicos para hacer y recibir llamadas.
Pero mientras las aplicaciones empezaron a desarrollarse, y sobre todo, la portabilidad, velocidad y el uso del internet comenzó a ser la vía de comunicación por medio de la que tanto compañías como personas comenzaban a comunicarse, el uso del teléfono celular como medio de comunicación oral fue obsoleto. De ahí que la hiperconectividad comenzó a dominar y redefinir el uso del móvil. Ahora este dispositivo electrónico se volvería la ventana a la conectividad de cada usuario y la puerta a la vida íntima de más de 2.6 mil millones de propietarios de un teléfono celular inteligente en el mundo.
Y entonces, Perfectos Desconocidos
Alerta de spoiler
Es dentro de este contexto que les cuento la trama de una película genial, del director español Alex de la Iglesia, llamada Perfectos Desconocidos. El filme aborda cómica y trágicamente a la vez, el tema de la dependencia de muchos de nosotros a nuestros dispositivos electrónicos, en este caso particular al celular. Gabriel García Márquez decía que todos nosotros tenemos tres vidas, “la pública, la privada y la secreta”. No ha habido época en la que esto aplique tan bien, como en la nuestra.
La película se desarrolla alrededor de 7 personajes, todos ellos amigos desde el colegio. Por lo que asumen que su amistad y camaradería es tal, que ninguno de ellos tiene secretos que no conozca el resto. La historia comienza con la llegada gradual de los invitados a una cena organizada en el departamento de Eva (Belén Rueda) y Alfonso (Eduard Fernández) quienes tienen una hija adolescente y viven en un piso del centro de Madrid.
A la cena llega la otra pareja conformada por Antonio (Ernesto Alterio) y Ana (Juana Costa) que tiene 15 años de casados y dos hijos. Por último llega la pareja conformada por Eduardo (Eduardo Noriega) y su joven novia Blanca (Dafne Fernández), y no podía faltar el amigo solterón del grupo Pepe (Pepón Nieto).
Temiendo que la cena sea un fracaso, por el ambiente tenso que se dibuja (en la pantalla vemos como los personajes van exponiendo la naturaleza de su convivencia mediante una que otra mirada que nos sugiere un par de problemas en el aire) Blanca, la novia joven y enamorada de Eduardo sugiere que para hacer la noche interesante propone un juego que implica que los presentes coloquen sus celulares sobre la mesa sin contraseña, y cada vez que llegue un mensaje o una llamada tendrán que leerlo o escucharlo en voz alta.
Al principio el juego parece interesante, los personajes se muestran desconfiados pero curiosos ante lo que parece tan solo una broma o un simulacro de confianza, por lo que aunque dudan terminan colocando sus teléfonos al alcance de todos y sobre todo de sus parejas para iniciar el juego.
La película muestra un manejo de la trama coherente y divertido, que nos va introduciendo de manera cómica a ese lugar común que seguramente todos conocemos, que implica poner nuestro celular en manos de otro y darle acceso a esa parte tan íntima de nuestro ser.
El trabajo del director y la calidad de las actuaciones de todo el elenco, logran transmitir la ansiedad y el nerviosismo de los personajes, que de manera hilarante durante la primera mitad de la película, nos hacen colocarnos en su lugar e imaginar cómo sería si nosotros pasáramos por una situación similar. ¿Aceptaríamos entrar en el juego?
Pregunta difícil si imaginamos que el decir no, nos colocaría en una situación de sospecha inmediata ante nuestras parejas, por lo que estaríamos obligados a seguir y esperar que ningún mensaje comprometedor llegue.
Acaso no han visto ese reto tan difundido en redes sociales que implica que a cambio de cierta cantidad de dinero, debes dejar que tu pareja vea las fotos que tienes en el celular. No es que todos tengamos secretos vergonzosos que arruinen nuestra relación amorosa o familiar al instante que alguien toque nuestro celular, no, es el hecho de que el contenido de éste esté tan ligado a nuestras acciones y pensamientos que literalmente el celular es una extensión de nuestra memoria, conciencia, pensamientos, y claro, nuestros deseos.
Hemos hecho visibles nuestros pensamientos a partir de nuestra interacción en toda la red. No hay que ser genios para unir los puntos y que alguien se dé cuenta qué nos gusta y qué no, digo, Facebook y Google lo hacen, así que estamos completamente desnudos en la red. Lo más curioso de todo, es que la línea que divide la red virtual de la realidad puede ser a veces tan delgada que si nos descuidamos podríamos también quedar desnudos ante los amigos o familia.
Mientras los mensajes van llegando y ciertos secretos se van descubriendo involuntariamente, la película pasa de ser una comedia a un drama real y transparente, tan humano y familiar, incluso tan natural que por unos momentos cuesta trabajo creer que dio tal giro, pues (pensamos) hace poco estábamos riendo a carcajadas. Así de frágiles son nuestras relaciones hoy en día.
En palabras de uno de los personajes, “antes tenías que estar pendiente tan solo de 10 o 20 personas en tu vida, ahora tienes que estar pendiente de 100 al mismo tiempo y todas exigen tu atención inmediata, si no les contestas al momento se indignan, pues si estás en línea es porque no te importan”.
En boca del director Alex de la Iglesia en una entrevista para el diario El País: “La intimidad es absolutamente necesaria y la pérdida de la intimidad supone la pérdida de la identidad. Tú eres tus secretos, y en el momento en que los pierdes eres un armario vacío. Lo has dado todo en Instagram, Facebook.
“Estamos jugando con un algo que teníamos antes y que ha cambiado a la humanidad; pensando en coches sin ruedas y en realidad el futuro ya está en nuestras manos, en esa conciencia colectiva, una entidad que tiende a controlar su propio cuerpo”.
Hemos llegado al punto en el que la tecnología a diferencia de sus orígenes descritos al principio de la nota, ya no está aquí para hacernos mejores personas al darnos oportunidad de desarrollar otros aspectos de nuestra vida al liberarnos de las tareas mundanas y cotidianas de antes, ahora nos hemos limitado a usar nuestros ojos para mantenernos voluntariamente entretenidos y ciegos a todo lo demás, teniéndonos tan acostumbrados a eso, que nuestra capacidad de sorpresa, autocontrol y empatía, cada vez se pierde más.
Lo que queda evidente al final de la película es la fragilidad, cuando una vez que todos los secretos se han descubierto, y estamos despojados completamente de nuestra identidad, queda claro en la mirada de los personajes que la vida no volverá a ser igual. Así de compenetrados estamos con nuestros teléfonos inteligentes. Ellos son nosotros y nosotros somos ellos.
Ya sea que los cuestionamientos planteados en esta nota sean compartidos por ustedes lectores o no. Perfectos Desconocidos es una muy buena película que los hará mantenerse entretenidos de principio a fin.
Aunque es una adaptación de un largometraje italiano con el mismo nombre, el cine español es rico en detalles y siempre es sumamente estimulante poder ver una buena película en nuestro propio idioma. Les aconsejo que si todavía está en cartelera cuando lean esta nota, vayan a verla, si no búsquenla en sus sistemas favoritos de streamming. Al final, el cine siempre es una buena oportunidad de reflexión o un buen rato de diversión.