La flor de loto es una planta acuática que tiene sus raíces en el pantano y, a pesar de su origen, crece hasta convertirse en una magnífica flor. Por su llamativa belleza y por surgir del fondo de las aguas más turbias, la flor de loto ha sido siempre un símbolo espiritual que evoca la transformación del dolor en una fuerza motora para florecer en la adversidad.
A la capacidad del ser humano para recuperarse a través de las dificultades, e incluso salir fortalecido de la experiencia, se le ha dado el nombre de resiliencia. Esta habilidad nos permite enfrentar los problemas y situaciones perturbadoras sin dejarnos vencer por ellas y de esta manera superar, tanto la tristeza, como las emociones negativas para convertirlas en herramientas y aprendizaje para el futuro.
La calidad de vida y la estabilidad emocional tienen una relación muy cercana con dicha capacidad de adaptación, es por ello que este concepto es un elemento básico a desarrollar ante la generalidad de los problemas que el ser humano enfrenta. Se ha demostrado que un alto grado de resiliencia se contrapone a desórdenes psicológicos como la depresión y ansiedad. De modo que se trata de un arma fundamental que es esencial identificar en nuestro actuar.
La resiliencia varía de persona a persona. Es por ello que aun cuando dos personas pasen por experiencias traumáticas similares, la reacción y secuelas de esta situación pueden ser totalmente diferentes. Esto se debe a que existen diferencias individuales en la respuesta a la adversidad.
Algunos factores personales y psicológicos como el locus de control interno (la comprensión de que uno es el arquitecto de su propia vida y es responsable de su felicidad), las herramientas o recursos internos del individuo para resolver problemas, la esperanza, el optimismo y el propósito de vida contribuyen a la resiliencia.
Además, existen ciertos factores contextuales que la promueven como la existencia de relaciones fuertes, cohesión familiar, amistades que brindan apoyo y actividades religiosas.
La buena noticia es que la resiliencia puede manejarse y robustecerse. En palabras del joven pensador Adam Grant, es un “músculo que podemos fortalecer”. Existen tres vías principales a través de las cuales la resiliencia puede crecer:
- El ejercicio o actividad física
- La fijación clara del propósito de vida
- La práctica activa de la espiritualidad.
Dichos aspectos han sido correlacionados con el desarrollo de la resiliencia en diversos estudios e investigaciones. Mientras más contacto tengamos con nuestras metas y creencias, estaremos más dispuestos a perseverar y aceptar los retos que la vida nos imponga sin culpar a otros por nuestros infortunios y, como consecuencia, aprender de estas experiencias.
Los beneficios que podemos encontrar al incrementar esta valiosa capacidad se reflejan, tanto en nuestra vida personal, como en la profesional. Una persona resiliente en el trabajo, será quien no busque culpables y se enfoque en mostrar y contagiar una actitud positiva y disposición al cambio continuo. De esta forma será percibida como un miembro del equipo que busca enfoques diferentes y es creativa para encontrar soluciones a los problemas. Sin duda, estas características son esenciales para cualquier buen líder.
Las situaciones adversas ocurren y no podemos evitarlas, de hecho muchas veces tampoco podemos preverlas para evitarlas. Lo que sí está en nuestras manos es cómo las afrontamos. La actitud con la que vivamos estas experiencias es algo que podemos escoger. Un ejemplo muy claro es la vivencia de Viktor Frankl, creador de la logoterapia, quien durante su estancia en cuatro campos de concentración durante la Segunda Guerra Mundial, y después de su liberación, escribió sobre la elección de la actitud ante situaciones en extremo adversas:
Al hombre se le puede arrebatar todo, salvo una cosa: la última de las libertades humanas –la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias para decidir su propio camino.
Nuestra capacidad de elección y el compromiso con nuestra propia vida marcan la diferencia entre salir victorioso de la adversidad o quedarnos atrapados en los problemas. Si la flor de loto encuentra los elementos necesarios para fortalecerse a partir del agua lodosa del pantano, sin duda, nosotros podemos encontrar soluciones y recursos donde aparentemente no los hay. A veces solo hace falta mirar dos veces.

Andrea Juárez es Coach, Psicoterapeuta y Profesional de Recursos Humanos. Estudió la licenciatura en Psicología y la maestría en Psicología Clínica en la Universidad de las Américas (UDLA). Formó parte de la plantilla de psicoterapeutas en la Clínica de Salud Mental del Ejército de Salvación atendiendo a adultos, adolescentes y niños.
En la actualidad, desarrolla la práctica psicoterapéutica en su consultorio privado desde 2015, enfocándose en la Terapia Sistémica Posmoderna familiar, de pareja e individual. Es colaboradora del Grupo Bolsa Mexicana de Valores desde 2009 en el área de Factor Humano participando en proyectos de Reclutamiento y Selección, Desarrollo de Personal, Capacitación, Liderazgo, Clima Organizacional, Evaluación del Desempeño y Comunicación Interna.
En el área clínica colaboró en la compilación de 19 Escalas de Evaluación Psicológica con la estandarización del Inventario de Obsesiones y Compulsiones Revisado en población no clínica mexicana.
Andrea es amante del vino, el té y los gatos. Para ella, no hay nada que una buena conversación no pueda arreglar.