A lo largo y ancho de la República Hondureña se ha celebrado este diez de septiembre el “Dia del niño hondureño”, en medio de una gravitante prevalencia de migración infantil hacia Estados Unidos. Muchas veces no acompañados; y, otras tantas, movidos por los progenitores quienes, quiérase o no, de una u otra forma utilizan como una especie de “escudo humano” a los infantes en la rampante “desesperación” por el “encuentro” de nuevos horizontes en tierras foráneas, debido a los niveles de desigualdad, pobreza y violencia a la que ciertamente están expuestos en el pequeño país “cinco estrellas”.
En un principio, la “inversión” en la niñez hondureña y latinoamericana debe ir motivada en base a principios de construcción de reales democracias en donde la máxima sea la construcción de terrenos fértiles (bajo criterios de equidad, solidaridad, proximidad y despojo), que posibiliten el diseño y creación de verdaderas plataformas de acceso a oportunidades.
Indudablemente que los padres buscamos proteger, amar y enseñar a nuestros hijos. En mi caso particular lo intento con un pequeño de nombre Jacob Alejandro, que ha festejado la efeméride con sus pequeños compañeritos en una pequeña aldea de un municipio hondureño. Uno de sus amiguitos de siete años tuvo de emigrar con su padre debido a las nulas posibilidades de desarrollo y florecimiento integral en el sector rural.
Honduras, a lo largo de la historia ha canalizado la cooperación internacional para el desarrollo (tal es el caso de los programas “Sembrando Vida” y “Jóvenes Construyendo el Futuro”), impulsados por el gobierno mexicano y con los cuales se espera generar unos 20,000 empleos en el país.
Ahora bien, de manera tradicional la cultura de los dirigentes políticos “catrachos” ha sido de exclusión por un lado (al dejar fuera de sus orbitas en el trabajo comunitario a los oponentes políticos); y, de inclusión por otra parte (en el sentido de privilegiar adeptos a su ideología partidaria). De manera tal que, este ejemplo particular hace “ver” la necesidad de redimensionar la forma en como se concibe un estado-nación fuerte desde las mismas bases de la sociedad. Indudablemente, no se puede construir desarrollo “hacia adentro” cuando no se posibilita un equilibrio en el acceso ciudadano a la plataforma de las deliberaciones y como consecuencia a las oportunidades requeridas para su desarrollo.
Migración infantil en Honduras
La migración infantil es consecuencia de una sociedad sin bienestar
Los niños, como futuros ciudadanos en el ejercicio pleno de sus derechos y la ejecución de deberes, deben invariablemente crecer en entornos de armonía, paz y amistad. Compete a instituciones tan diversas de la sociedad vigilar por su cumplimiento, desde hogares, escuelas, contextos comunitarios, sistemas estatales de prevención y protección de sus dignidad, y las trasferencias internacionales de conocimiento y recursos (signados en diversos instrumentos vinculantes), pues en su inocencia “permanecen ajenos” a las actuales situaciones de migración infantil, desplazamientos forzados, pobreza y desesperanza que ha propiciado el sistema (tendiente a la concentración capitalista), en detrimento de la sociedad del bienestar.
En conclusión, tal como la comunica la oda musical de José Luis Perales, es necesario que “canten los niños, que alcen la voz, que hagan al mundo escuchar, que unan sus voces y lleguen al sol, porque en ellos está la verdad”. Todos/as hemos sido niños/as en algún momento, lo cual exige de nosotros -desde las diversas instancias en las que nos desenvolvamos- procurar y preservar su bienestar, lo cual invariablemente nos hace “constructores” de paz y justicia. No obstante, hay flagelos como la mendicidad “obligada”, la vulnerabilidad ante sectores del crimen organizado y el trabajo infantil, entre otros, que requiere de un mayor e innovador “esfuerzo” para contrarrestarlos.
Posdata: A nivel global, el día del niño tiene su origen convencional en el seno de, en ese entonces, la Liga de las Naciones, con la adopción y ratificación de la Declaración de Ginebra sobre los Derechos de los Niños (del 26 de septiembre de 1924), después de las atrocidades sufridas por estos en el contexto de la I guerra mundial. Posteriormente, casi toda la humanidad celebra a los niños.
En México, por ejemplo, el calendario marca sus festejos el 30 de abril de cada año (desde sus inicios a mediados de 1924). Entretanto, en Honduras tiene su génesis en el decreto legislativo 75-90, del 31 de mayo de 1990 al ratificar la Declaración de Ginebra sobre los Derechos de los Niños. Unicef refería en un trabajo de 2018 que en América Latina y el Caribe viven 193 millones de niños y adolescentes.
Maestro en Comunicación por la Universidad Iberoamericana (UIA), Ciudad de México. Profesor de Periodismo en la UNAH.
Ha sido colaborador de medios informativos en la Ciudad de México y Honduras, así como para organizaciones promotoras de los Derechos Humanos como el Programa de Voluntarios de las Naciones Unidas y Centro de Atención al Migrante Retornado.
